Cien años de Mario Cabré. Un artista total catalán

Seguramente, la suerte de Mario Cabré i Esteve fue la de nacer en la Barcelona de aquel día de reyes de hace 100 años. Aquel 6 de enero de 1916, nacía un artista que se desarrolló entre el toreo, la poesía y la interpretación. Un total, que hoy sería, y es, negado.

Un catalán total que llevó y presumió con normalidad de lo que era y de donde nació. Como es normal. Con esa normalidad recibía en 1972 el Premio Ciudad de Barcelona de Poesía. O En 1964 programaba en el Teatro Romea un ciclo de teatro catalán, junto a Juan Camellas, con 20 obras durante tres meses: Mar i cel, de Guimerá; La dida y El ferrer de tall, de Pitarra, L’endemá de bodes, de Pous y Pagés; Misteri de dolor, de Adrià Gual; Seny i amor, amo i senyor, de Avelino Artís; L´hostal de la Gloria, de Josep M. de Sagarra; El mistic, de Santiago Rusiñol; Terra baixa, de Guimerá; D. Gonzalo o l’orgull del gec, de Albert de S. Llanas; Ocells de pas, de Santiago Rusiñol y Gregorio Martinez Sierra; y Foc nou, de Ignacio lglesias. Algunas de estas obras las grabó en vinilo. Y más allá, su papel universal del Tenorio, su gran personaje.

El Don Juan Tenorio de Cabré, en vinilo.
El Don Juan Tenorio de Cabré, en vinilo.

En su propia compañía de teatro que él dirigía invirtió lo que ganó en los ruedos. Catapultado por el éxito en el cine junto a Ava Gardner en Pandora y el holandés herrante (1950), el idilio que pudo venir con el animal más bello del mundo le dio tanta popularidad como le redujo para los restos como aquel torero que se lió con la actriz. Por eso quedó apartado que Cabré ya había protagonizado en 1946 El centauro y Oro y Marfil un año después. En el 1948, incrementa muchísimo su actividad, grabando escenas para la comedia Canción Mortal y actuando de noche en el teatro. En total, más de 15 películas del torero catalán, interpretando durante siete años papeles en una docena de coproducciones con países como Cuba, México, Argentina y Francia; hasta el punto de que, en la comedia musical Una cubana en España, (1951) se atrevió a cantar un bolero.

La televisión también fue conquistada por Cabré, que no escapó a sus encantos. En los recién estrenados estudios Miramar en la montaña de Montjuic, en 1959 participaba en el espacio Club Miramar, en 1963 en el Bazar y, su gran éxito, en 1964 con Reina por un día.




Hasta 1960 el torero y el actor fueron unidos. Que lo primero desembocó lo segundo no hay duda, aunque pertenecía a familia de artistas teatrales y desde muy joven escribía poesías. Comenzó a torear por la región catalana con el nombre de Cabrerito hasta que debutó con caballos el 23 de septiembre de 1935 en la Monumental, ya con el nombre de Mario Cabré. Tras el parón forzoso provocado por la guerra, en 1943, tras torear 20 novilladas, se doctoraba en la Maestranza de Sevilla el 1 de octubre de ese mismo año, de manos de Domingo Ortega, completando el cartel El Estudiante. Los toros fueron de Curro Chica y Negociante, número 10, el toro de la ceremonia. Unos días después, el 8 de octubre, el mismo Ortega le confirmaba alternativa en Las Ventas, esta vez ante toros de Muriel y con Antonio Bienvenida de testigo.

Estuvo en activo, aunque fuera una carrera interminente, hasta aquel 1960, siendo la temporada de 1948 en la que más toreó, alcanzando los 17 festejos. En la temporada del adiós, de su Barcelona se despidió el 2 de octubre, cortando una oreja y dando una clamorosa vuelta en el otro, ante un encierro de Isabel Rosa González junto a Antonio Bienvenida, Joaquín Bernadó y José María Clavel. Y el Coliseo Balear de Mallorca fue el escenario de su última corrida, con el hierro de Araúz de Robles, junto a Pedrés y Pepe Cáceres.

Cabré moría en su ciudad un 2 de julio de 1990, tras pasar sus últimos años en una clínica de Benicàssim, muchos de ellos en silla de rueda tras sufrir una hemiplejía en 1976, que le dejó paralizado el brazo derecho. Este hecho, que truncaba para siempre su carrera, le sobrevino en pleno acto ante las peñas taurinas catalanas en el Hotel Oriente. Aún así, aprendió a escribir con su mano izquierda y continuó aumentado su faceta poética, la única que pudo continuar ejerciendo hasta sus últimos días.

Fue el torero de las supremas elegancias. El que era capaz de torear tan bien, tan herguido y con las

La gran verónica de Mario Cabré.
La gran verónica de Mario Cabré.

manos tan bajas a la verónica, buen muletero y contundente estoqueador. Aquel que, según K-Hito cuando se presentó en Sevilla, revolvió “el cotarro taurino. Olor, color y sabor de torero grande. Catalán de Andalucía la Baja, con sardanas y soleares y fandanguillos en buena escudella”. Del que escribió Giraldillo en ABC el día de su confirmación que “el parón no es parón seco en este torero. Sabe darle a la emoción un tono de arte que referiremos a la figura bien compuesta. Se le aplaudió mucho y la confirmación de su alternativa en tarde de toros muy duros complació”. Al que le preguntaron tras su debut en Sevilla que como se anunciaba de Barcelona siendo andaluz, a lo que el torero contestaba con orgullo “porque soy catalán”. Y añadió a Francisco Carbona en El Ruedo: “De cualquier forma, poeta enamorado, artista de cine o cantante de Televisión, yo siempre seré un torero español“.

Ese también fue Mario Cabré. Poeta, actor. Torero. Catalán olvidado antes de morir. Parte de una Catalunya que hoy tampoco es capaz de reconocer a un pedazo de su historia. Y lo que más duele, es que tampoco es una novedad.

Quizás fuera por eso que los Reyes Magos decidieran que fuera en 1916 y no 100 años después. Para que Mario Cabré fuera en libertad uno de los mayores artistas que ha dado Catalunya.

Un comentario en “Cien años de Mario Cabré. Un artista total catalán

  1. Un referente “multicultural” . Un artista de referencia. Un torero del que se ha hablado muy poco. Da gusto recordarlo.

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