Diego Urdiales retrasa el apocalipsis

Que no cunda el pánico. Guardemos por un tiempo más la incontrolable capacidad de destrucción, nuestro sueño de enterradores. Urdiales desembarcó para confirmar en la México con Diego, con el toro de allí, con la gente de allí, con Villalpando y hasta con la FIT, para ganar un poco más de tiempo. 

Que a mí tampoco me hizo demasiada gracia lo del nuevo apoderamiento de Urdiales también es verdad. Pero si nos centramos en lo de ayer en México y en la plaza más grande del mundo nos puede servir para entender que el ocaso, incluso el apocalipsis, del riojano puede que no esté al caer. Porque lo que cayó allí fue un torero, que dejó caer los hombros en una impresionante verticalidad. Lo que allí cayeron fueron unos olés rotos, secos, cortos, sin prolongar esas tres letras ni al principio ni al final. Diego Urdiales toreó un toro de Bernaldo de Quirós similar en apariencia al de otras tardes. Lo que cambió fue el como.

Como que aún no sé como un tío puede torear hundiéndose tanto en sus zapatillas, levantado levemente el talón al final del muletazo, y crecer tanto. Ni tampoco como un muletazo puede ser tan largo siendo él pequeño (de estatura obviamente), ni coger a ese toro tan allí para llevarlo tan allá, utilizando únicamente la longitud de unos brazos que dan lo son, sin descomponer la figura y sin retorcerse. Esa manera de ligar un muletazo con otro, quedándose en ese sitio, con ese mentón hundido que rompe un pecho que ofrece despreciando a la tan de moda cadera y que despertó un grito de torero tan seco y sincero como ese olé que acompañó la faena.

Urdiales vino a poner otra vez encima de la mesa que esto del toreo tiene que ser muy grande al menos por un palo, o el del hombre o el del animal. Aquí, dos medianas no hacen una entera. Por eso, con ese toro de allí, de aspecto tullido y dulcificante, que roza la misericordia tantas veces, tiene doble mérito crear como creó, torear como toreó. Y enterrar guadañas de los que se frotaban las manos con lo de la FIT y el despeñadero por el que se iba a ir al garete el hombre que hace poco representaba los máximos valores de lo que damos en llamar los cánones del toreo.

Así que habrá que esperar un poco más, diría que un año. Porque también espero que en ese tiempo, Diego Urdiales dicte el toreo donde y con lo que debe. Y Madrid, Bilbao, Sevilla o alguna más serían esos escenarios ideales donde apuntarse con ciertos hierros como hasta ahora solía. Después, que mate lo de Quirós, como los demás. Pero que no lo haga como el resto.

Foto: cope.es

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