¡Felicidades, Monumental!

Se encontraban en el hall del madrileño hotel Palace el propietario de los terrenos donde se hallaba la plaza de El Sport don Pedro Milà i Camps y el empresario de la plaza de Madrid don Juan Echevarría,de golpe y porrazo, exclamó Echevarría: Oiga usted Julián, el negocio sería  construir en Barcelona una plaza de toros en la que cupieran  más de veinte mil espectadores” 

El señor Echevarría se quedó un poco perplejo y por su mente pasaron proyectos e ideas muy semejantes a lo que en aquel momento le estaba proponiendo Milà i Camps.

La plaza de El Esport es pequeña y no tiene negocio” dijo con rotundidad el señor Milà “por lo tanto, si usted se entiende conmig,o yo me encargaré de construir en aquel mismo solar una plaza de toros Monumental”.

A lo que Echevarría respondió: pues veamos las condiciones, pero le anticipo que si usted lleva a cabo el proyecto, yo me hago cargo de la empresa, previa consulta a mis compañeros de la sociedad”. Milà i Camps le profundiza a fondo la gestión: “Yo hago la plaza si usted se constituye como empresa y me da parte de los beneficios”  a lo que Echevarría respondía: “Eso no puede ser, nosotros tenemos construida nuestra sociedad, pero le repito que tomaremos la plaza en arriendo”.

Pasado un tiempo se volvía a rencontrar el señor Milá con Echevarría comunicándole la buena marcha del proyecto y que la nueva plaza dispondría de un aforo aproximado para 25.000 espectadores. Posteriormente Milà gestionó las liquidaciones con los antiguos arrendatarios de la plaza del Sport, los señores Luis del Castillo, Rafael Alba y Abelardo Guarner y encargó el nuevo e ilusionante proyecto al arquitecto don Ignacio Mas i Morell, llevando a cabo la dirección de la obra don Domènech Sugrañes Gras y perteneciendo al frente de la dirección administrativa don José Ubach y Martí. Durante todo el año 1915 se llevó a cabo la reforma y la plaza Sport, obra del arquitecto Joaquín Manuel Raspall, no  albergaba ningún festejo taurino, como es lógico, pues era objeto de una gran reforma de ampliación para ser dotada de mucho mayor aforo, por lo que pasó de unas 8000 localidades a 24.000 de que iba a disponer la flamante Monumental.

Finalizada la obra, que ascendió a una cantidad aproximada de un millón de pesetas, sin contar el valor de los terrenos, se pusieron al frente de la gestión, como estaba previsto, la empresa de Madrid, representada por el citado Echevarría y su socio, el señor Retama, tomando en arriendo la plaza por ocho años y nombrando como administrador a Juan Gum. Como responsable del equipo médico fue nombrado el reconocido doctor José María Bartrina, al frente del servicio de caballos siguió al cargo el veterano contratista Francisco Jiménez “Quico”, de igual forma que el encargado de los corrales Serafín Grego, toda una institución en enchiquerar y apartar las reses. Como jefe de personal continuó siendo Juan Canals, con treinta años de experiencia en el servicio, y en el servicio de banderillas y puyas se encontraba el popular picador José Escolar “Colita”. 

¿Que pasó  aquella  tarde inaugural ? 

Cartel de la Inauguración de la Monumental.

¡Corrida de expectación, corrida de decepción!

Ese sería el mejor título a lo acontecido en aquella corrida, debido al escaso juego de los toros de Benjumea, que dieron al traste con los grandes deseos de éxito de una terna que estaba formada por los espadas José Gómez “Gallito”, Francisco Posada y Juan Sainz “Saleri II”. Por su interés he creído conveniente darle voz a la crónica de M. G. Monreal de aquel acontecimiento inaugural, a pesar del nefasto resultado, publicada en la revista La Lidia, el 6 de marzo de 1916.

El  27 del pasado febrero, y como estaba anunciado, se inauguró la Plaza de Toros Monumental de Barcelona, en la que hubo una gran entrada, pudiéndose calcular en unos diez y nueve mil y pico de espectadores. En la corrida actuaron Gallito, Posada y Saleri II, con seis mansos de Benjumea y, en honor de la verdad, diremos que resultó una solemne sosería, un continuo bostezo, saliendo el público frío y muy desilusionado, pues ni reses ni diestros resultaron como esperaban la mayoría de espectadores, aunque los aficionados, que estamos al tanto de los intríngulis de las cosas taurinas, sospechábamos que el ganado no respondería ni poco ni mucho. Los espectadores casi llenaron el coso, atraídos por la novedad y la relativa baratura de los precios. Estos eran: los de las entradas generales, 3,75 pesetas tendido y grada de sombra; 3 pesetas andanada sombra; 2 pesetas, tendido y grada de sol, y 1,75, andanada sol. La plaza en conjunto ha gustado, aunque no es tan cómoda como la de las Arenas y, sobre todo, los nueve mil y pico de espectadores que pueden acomodarse en el segundo piso, andanada, ven la lidia desde muy lejos. Además, algunas escaleras y bocanas resultan angostas, y no es nada fácil la entrada y salida de muchas localidades. Y lo que menos ha gustado ha sido la diferencia que la empresa ha establecido de las partes que pudiéramos llamar baja y alta de la plaza, o sean, respectivamente, tendido, grada y andanada.

Este público no está acostumbrado a ello, y como somos aquí tan demócratas no ha caído bien la innovación. Opino que de haber establecido la empresa sólo un precio general de sombra y otro de sol, aparte de las localidades preferentes, como son palcos, barreras, sillones, delanteras, etc , al público le hubiera parecido la plaza menos incómoda, no le habría extrañado tanto… Y, por hoy, basta de «lata impresionista», y ahora vamos a resumir brevemente el resultado artístico del primer festejo monumental, que si no fue un fracaso, le faltó poco.

 No estaban del todo mal presentados los seis bueyes, dos de Benjumea, aunque dos de ellos, el segundo y el cuarto, eran más bien chicos que terciados, uno de ellos, el tercero, muy escurrido de carnes y feo de cabeza, y el quinto, brocho de pitones y con visible flojedad en los remos, careciendo de la fuerza necesaria para romanear un caballo, y si derribó una vez fue por obligarle mucho Zurito y dejárselo meter demasiado. Sólo el sexto estaba «decoroso» de presentación y tuvo relativo poderío; el único en aceptables condiciones de lidia. Ya sabemos que esta época no es la más a propósito para que estén los toros con toda su pujanza, pero para una corrida de la importancia de esta, en que se corrieron, valía la pena que la empresa, el ganadero, o quien fuese, se hubiera esmerado.  Lo precedente da una idea de la «cantidad»; por lo que: 1º uno de los mansos más mansos que hemos visto lidiar, 2º, 3º y 6º cumplieron; 4º muy tardo y 5º manso que librose de la quema como el primero dado el acoso continuado de toda la cuadrilla con los correspondientes momos intercalados en la ayuda. Total, una mansada; sin pizca de malicia; fáciles, pero mansos siempre, pasándose más tiempo barbeando las tablas e intentando trasponer las vallas que embistiendo.  

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 El grandioso torero José Gómez “Gallito” fue primer espada del cartel inaugural y al que le correspondió lidiar a “Listero” de la divisa de Benjumea, el primer toro que saltó a la arena. 

Gallito, sea porque fuese la primera del año, o por la poca calidad del ganado y por el frío que reinaba en el ruedo, tuvo una tarde glacial, apática, no haciendo en toda la fiesta otra cosa digna de ovacionarse que colocar tres pares de banderillas y un adornito al muletear el cuarto, pasándose una siesta arrodillado y agarrado al pitón derecho.  Lo demás, gris, por no calificarlo más duramente. Y para lo que hizo Don José Maravilla, con estos dos párrafos va suficientemente despachado. A Posada le aplaudieron y hasta le dieron la oreja del segundo, por haber agarrado una buena estocada, debido más que a la decisión y agallas del muchacho, a que el becerrón le descubrió el morrillo y se dejó meter la espá con «una docilidad» de «vacuno amaestrado». En el quinto estuvo muy deficiente, lo mismo toreando que al pinchar, necesitando para acabar con su enemigo un pinchazo en hueso, una corta delantera y un descabello a pulso al cuarto intento. Saleri II hizo algunas cosas más de relumbrón con el capote que sus compañeros, dando más amenidad a sus quites, quebrando de rodillas y con los rehiletes, pero con el sable tampoco logró merecer los plácemes del concurso.

En resumen: una sosería; la presidencia, bien; de los picadores, Zurito; con los palillos. Cantimplas; con el capote, Blanquet y Magritas, y todos los servicios buenos. El público, que a pesar de la temperatura reinante, fue a los toros con calor y entusiasmado, salió del nuevo circo frío, heladísimo y  materialmente aburrido. Hace falta más esmero en el ganado, pues con unas cuantas corriditas así,  acabaría el público con no ir ni con chocolate de propina. 

Como se puede leer en la crónica, aquella corrida tan solo pasó a la historia, más por el continente que por el contenido. Hoy es su aniversario y desde aquí va este sincero, cariñoso y profundo homenaje, en recuerdo a una plaza, La Monumental, que fue un vivero de aficionados y que catapultó a tantos y tantos toreros. Hoy más que nunca pedimos al Constitucional que dicte de una puñetera vez la sentencia que tanto tiempo, los aficionados de Catalunya y fuera de ella, llevamos esperando y que se vuelvan a abrir sus puertas, que un día unos ¿políticos? cerraron. Hoy, más que nunca en el recuerdo, cumple 100 años.

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