Morente, partiendo de la base que no solo existe una única forma de entender el toreo y que no hay una mejor que otra, analizó y elaboró algunas clasificaciones de los matadores. Desde Pepe Hillo a José Tomás. La primera de ellas se centró en tres parámetros: el valor, la técnica y el arte. Aclaró que todos los toreros tienen los tres elementos, pero se separa en función de la característica más representativa del matador. La distribución efectuada por Morente de los toreros más representativos de cada época quedó de la siguiente forma:

Tanto los primeros como los últimos “están en el filo de la navaja, son los que más gustan al aficionado por la incertidumbre de sus faenas”, aseguró el conferenciante. Los técnicos, a pesar de ser grandes toreros, no consiguen llegar tanto al tendido por la seguridad que transmiten. Esta distribución surge de la primera rivalidad mantenida por Pedro Romero, Costillares y Pepe Hillo y se extiende hasta nuestros tiempos.

La segunda competencia de la historia del toreo fue la que mantuvieron Cúchares y Chiclanero. El primero se caracterizaba por ser más conocedor del toro. Este tipo de toreros adaptan su toreo en función del toro que tienen delante. En cambio, Chiclanero se distinguió por ser más conocedor de las suertes. Los diestros de su grupo pretenden imponer su forma de torear a todos los astados sin modificar su toreo. La clasificación quedaría así:

La siguiente rivalidad que comentó Morente, fue la del choque de dos colosos como Lagartijo y Frascuelo. Su pelea duró más de 25 años y llegó a niveles altísimos. Lagartijo destacó más por su corte artístico y por dar más importancia al toreo. Frascuelo por su valentía y por efectuar mejor la suerte de matar, algo fundamental en esa época. Pepel importante jugaban la escuela de Sevilla, donde se daba más importancia al toreo, y la de Ronda, que premiaba la suerte de matar.

Más adelante, Joselito y Belmonte protagonizaron la cuarta competencia por su diferente concepto del toreo. Joselito trató de torear en redondo (mismo pitón) y Belmonte lo hacía en ochos (alternar pitones). Durante todo el siglo XIX se intentó torear al natural, pero no se consiguió hasta el siglo XX de forma repetida hasta Joselito, que inventa el toreo en redondo. Algo que continuaría con Chicuelo y se perfeccionaría con Manolete. El Rey de los toreros empieza sus faenas con un ayudado por alto seguido de tres naturales en redondo, hecho que revoluciona a los públicos y marca tendencia entre sus compañeros. De esta forma, Morente quiso desmontar las ideas tan extendidas de que Joselito no aportó nada a la tauromaquia y que todo lo bueno que hay en la actualidad es herencia de Belmonte.

Años después, vino otra disputa entre el toreo en línea natural de Manolete (se carga la suerte con las manos) y el toreo cambiado de Domingo Ortega (se carga la suerte con las piernas). Morente opinó que Manolete supuso la culminación de un sueño y el inicio de otro . El torero cordobés es el primero que domina a la perfección el toreo en redondo planteado por Joselito. Además, elabora una faena con tres fases: inicio por estatuarios, toreo en redondo y manoletinas de desenlace. Esta estructura es copiada posteriormente por toreros como Pepín Martín Vázquez, Manolo González, Luis Miguel Dominguín, Parrita o Antonio Bienvenida.

En la actualidad, la tauromaquia manoletista sigue presente, sobre todo gracias a José Tomás, pero también la podemos encontrar en la mayoría de toreros actuales. Manolete consiguió imponer su toreo en línea natural, que ganó puntos con su particular forma de citar de perfil por parte del IV Califa.

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