La descastada corrida de Adolfo pone punto y final a la Feria de Céret

Céret. Lleno hasta la bandera. Seis toros de Adolfo Martín, bien presentados, pero descastados, no se emplearon en varas.

Luis Miguel Encabo, de blanco y oro (ovación con saludos y ovación con saludos), Diego Urdiales, de azul turquesa y oro (pitos tras aviso, silencio) y Fernando Robleño, de blanco y plata con remates negros (silencio y oreja con protestas tras aviso).

La corrida de Adolfo Martín fue aburrida. No se vio ni buen toreo ni una sola suerte de varas bien hecha. La corrida que generó más expectación resultó ser una tarde como tantas otras con unos toros como cualquier vulgar Domecq. No estuvo presente ni el bueno ni la alimaña, pero sobre todo faltó lo más importante de esta fiesta, la emoción.

Ni la faena que le valió la oreja del sexto a Fernando Robleño pudo maquillar el resultado de la mala corrida de Adolfo. El madrileño empezó la faena a su segundo toro dándole distancia y en los medios. Su mala colocación en ocasiones y el uso repetidamente del pico provocó algún que otro reproche en los tendidos. Al final acortó distancias y se montó encima del Adolfo. Mató de una estocada tendida y le concedieron la oreja entre bastantes protestas. Su primer toro, que es el que mejor estaba embistiendo, fue devuelto a corrales al partirse el pitón por la cepa al rematar en un burladero. Con el sobrero el picador rectificó varias veces en los tres puyazos, una auténtica guarrada. Robleño realizó una faena derechista en la que no cogió la mano izquierda y mató de una estocada un poco caída.

Luis Miguel Encabo hizo una faena larga al primer toro de la tarde que brindó al público. Fuera de cacho, despegado y usando el zapatillazo para desplazar para afuera el toro, toreó al natural de uno en uno hasta que decidió apretarle y fue entonces cuando consiguió mayor conexión con el tendido. Mató de una estocada trasera, tendida y caída y saludó una ovación. Su segundo fue el mejor de la tarde, sin llegar a ser nada del otro mundo. Se lo picó muy poco para tratar de que llegase bien a la muleta. Repitió el toro por el derecho en las dos primeras tandas, pero al cambiarse la muleta de mano la faena bajó, a pesar del buen pitón derecho del toro. Volvió a tirar de oficio y cometió los mismos fallos, o ventajas, que en el primero. Después de escuchar un aviso entró a matar pinchando en la primera ocasión y pinchando hondo en la segunda.

Diego Urdiales le tocó bailar con la más fea, aunque igual no lo era tanto. El segundo de la tarde fue ovacionado de salida se quedó corto en el capote y recibió tres puyazos traseros. Cortó una barbaridad en banderillas y con la muleta no lo vio claro el de Arnedo. Muy desconfiado en los primeros muletazos consiguió robarle una tanda por la derecha. En la siguiente serie el toro cogió a Urdiales y lo tuvo a merced en el suelo, pero por fortuna el toro no hizo por él. Aunque estuvo habilidoso con la espada, no consiguió convencer al público, que tomó partido por el toro. Salió el quinto de la tarde al ruedo, también ovacionado de salida, un poco escurrido por detrás, pero con el trapío suficiente. Por momentos toreó, de uno en uno, encajado y con gusto al natural aunque en alguna ocasión se quedaba mal colocado. No cogió vuelo la faena y entró a matar tras escuchar el aviso. Salió entre pitos de la plaza después de recoger el premio al triunfador de la temporada francesa 2014.

La ovación más cerrada de la tarde se la llevó la cobla de sardanes tras un solo de tible y tras interpretar la tradicional Santa Espina después del quinto toro. En el tercer toro tocaron l’estaca de Lluís Llach, compuesta en plena dictadura de Franco para reivindicar la libertad del pueblo catalán. Ahora, una vez conseguida esta libertad,  nos encontramos en que tenemos que exiliarnos a Francia para ver una corrida de toros. Más de algún pseudodemócrata tendría que pasarse por Céret y tratar de comprender la Catalunya Nord, la libre.

 

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