Una tarde en La México

El rugido de La México tras las primeras notas de Cielo Andaluz indicaban el inicio de una tarde que estaría marcada por las emociones. Volvía José Tomás y lo hacía para ayudar a los damnificados del terremoto del 19S.

Con los 8 toreros en el ruedo y con los puños de los aficionados levantados (gesto utilizado por los rescatistas para pedir silencio y poder esuchar gente bajo las runas) se procedió con el minuto de silencio en recuerdo a las víctimas. A continuación, sin romper el paseíllo y sin sentarse en los tendidos, La México volvió a rugir. Unos 40.000 mexicanos orgullosos de su identidad, sin complejos ni manías absurdas, entonaron las notas de su himno nacional.

En la Monumental había una afición entendida y crítica que no ponía límites a su pasión. Gritaron, silbaron, aplaudieron, se enfadaron, disfrutaron, comieron y bebieron. Y me uní a ellos. Y dio tiempo para pasar por todos estos estados a lo largo de las 4h de corrida. Llevaban sus emociones al extremo, incluso pudiendo parecer exagerados por momentos, tanto en el aplauso como en la protesta. Era impresionante.

Se emocionaron cuando tocaba, que fue en muchas ocasiones; protestaron por la presencia del toro de Fernando de la Mora para El Payo; y solicitaron en masa y enérgicamente el sacrificio del astado de Villar del Águila cuando el sector más festivo del embudo pedía el indulto. Fiesta y alegría pero no a cualquier precio. Uno de los momentos álgidos fue precisamente cuando la espada de Flores se hundió en las carnes del toro. Sus compatriotas lo celebraron como si un gol clasificatorio de Chicharito se tratase. El otro triunfador, Joselito Adame, tampoco se quedó sin escuchar los óles rotos ni los abucheos mientas paseaba una segunda oreja de escaso valor.

La México enloqueció con un José Tomás que demostró una vez más quién y por qué es el número uno. Solo necesitó cuatro gaoneras para levantar al público del tendido. Con la muleta provocaría el mismo efecto en continuas ocasiones. La figura inmóvil de José Tomás, clavada por los talones en el centro del ruedo, con el toro rozandole la taleguilla y el embudo entero rindiéndose a él fue una de las sensaciones más fuertes que se pueden vivir en una plaza. Era algo fuera de lo normal, aunque la faena no fuera la de su vida.

Pero no todo fue maravilloso. Desgraciadamente, al igual que en España, existe un grave problema con la suerte de varas, no está ni bien vista ni los toros aguantarían un segundo puyazo. Y eso que los toros del martes fueron los mejor presentados de lo que va de temporada. Tampoco entendí que no se respetase la antigüedad de los matadores en el orden de lidia, aunque lo vendieran como un festival benéfico.

Sorprendente es la enorme importancia que le dan a la suerte suprema. Además, tras el primer pinchazo el público desconecta completamente y los vendedores se levantan para convertir el embudo en un mercado. Una multitud de trabajadores ofrecen cacahuetes, algodones de azúcar, alegrías, patatas, pizza, bebidas varias, carteles taurinos, almohadillas o pañuelos por los tendidos.

En demasiadas ocasiones, debido a las noticias que nos llegan, despreciamos a la afición mexicana por su triunfalismo. Simplemente se entregan mucho más que nosotros, se dejan llevar por las emociones y no protestan por obligación como algunos hacen aquí.

México, un país para perderse, una gente para enamorarse y una plaza para entregarse.

4 comentarios en “Una tarde en La México

  1. Contrasta mucho con la imagen que nos quiso vender otro culumnista desinformado de este portal.. que lo único que buscar es meter mierda de todo lo que ve y se entera (o no se entera)

    1. Cuide su vocabulario y sus desprecios. La mierda de espectáculo que se ofrece en México no quita que las mexicanas estén de buen ver, que es lo k nos viene a decir este autor. Nos descubre el México lindo.

      1. Cuide su vocabulario dice… un tío q llama MIERDA DE ESPECTÁCULO a una corrida de toros jajs palmero del yihadismo

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