La Casa de Madrid en Barcelona se quedó pequeña para escuchar la fascinante historia de vida del maestro César Rincón, quien en más de una ocasión hizo saltar las lágrimas entre los aficionados.

César Rincón volvió a la ciudad que le vio despedirse de los ruedos europeos. Aquella Mercè de 2007 se fue entre gritos enronquecidos de “¡torero, torero!”, con tres orejas bajo el brazo tras una tarde memorable. El sábado pasado se marchó entre una emocionante ovación que reconocía a una leyenda del toreo, cuyo carisma y humildad permanecen intactos. Habló con la misma sinceridad con la que toreaba, emocionando a los presentes con su historia. Rincón alcanzó la gloria, pero antes tuvo que superar, a base de amor propio, los duros reveses que le dio la vida.

La plática duró poco (qué más hubiera deseado yo que quedarme hasta las tantas conversando con él) o se pasó volando. Fue una de esas ocasiones en las que sales admirando aún más al protagonista. Antes de finalizar la charla, me tomé la libertad de poner deberes a los asistentes. Les recomendé que vieran un documental de 1977 donde aparece Julio, un joven colombiano de 12 años que aún tenía todos sus sueños por cumplir. Muchos años después, cuando César Rincón ya comenzaba a triunfar, alguien se dio cuenta de que ese niño era Julio César Rincón Ramírez y rescató el documental, olvidado desde entonces. Después de escuchar a un maestro consagrado que logró todo lo que se propuso, este documental todavía tiene más valor.

Hacer los deberes pinchando en este enlace: