Sin duda, Morante de la Puebla tuvo que lidiar con el peor lote de la noche. En primer lugar, saltó al ruedo un toro con hechuras, manso desde su salida por la puerta de toriles, rajado desde el primer capotazo y sin opciones para el sevillano. Intentó sacarlo a los medios, pero el toro rehuía la pelea. No tuvo ni un pase; tras marrar con el acero, el toro acabó metiéndose en el callejón desde el burladero. Morante acabó con él frente a chiqueros tras dos descabellos.
El cuarto salió con más fuerza, pero falto de raza. Morante toreó a placer a la verónica y el toro embestía metiendo la cara y las manos por delante. Tras un inexistente tercio de varas, que se repetiría en todos los toros, Morante sacó el toro a los medios, muletazo a muletazo, siempre por abajo, ganándole terreno al toro. Después, ya en los medios, con la muleta a media altura, logró cuajar una faena templada, pero sin ritmo. Perdió el trofeo por culpa de la espada.
Castella se llevó el lote de la noche, cortando una oreja de cada toro. Al primero lo cuajó con el capote toreando despacio a la verónica y rematando con ajustadas chicuelinas en los medios. En el trasteo logró una tanda al natural por el derecho, dando unos pases templados y con la muleta siempre a media altura. El toro embestía con clase y prontitud; Castella aprovechó cada embestida que le regalaba el toro. Por el pitón izquierdo toreó en redondo con muletazos limpios y la muleta planchada justo en la boca de riego. Un pinchazo y una estocada efectiva arrancaron la primera oreja de la noche.
El quinto fue un toro con clase, transmisión y ritmo. Castella, en los medios, citó al toro, que se arrancó con alegría, y con dos pases cambiados por la espalda consiguió meter al público en la faena. Después, al natural y por el derecho, toreando en una baldosa, logró la mejor tanda de la noche: siempre despacio, siempre templado y mandando. Estocada en lo alto y oreja.
Manzanares lidió en primer lugar un toro bajo, justo de fuerzas, pero con clase y nobleza. Lo entendió perfectamente el alicantino, bordando la faena toreando en redondo. Una faena que se iba diluyendo por la falta de fuerza del toro. Pinchó arriba en el primer intento con la espada y dejó una estocada algo atravesada que le privaría del trofeo.
Para cerrar plaza, asomó por toriles un toro que derrochó nobleza y transmisión. Humilló en el capote de Manzanares, pero acusaba su falta de fuerza y raza. Siguió metiendo la cara en la muleta, y aprovechando cada embestida, y sin quitarle la muleta de la cara, ligó tres naturales y un cambio de manos que arrancó los aplausos de un tendido apagado. Manzanares toreó relajado, con clase y temple. Ya con la faena tocando su fin, fue a por la tizona y, con un pinchazo y una estocada recibiendo, cortó la oreja del sexto.
Plaza de toros de Palma de Mallorca. Jueves 7 de agosto. Lleno. Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y juego; nobles en conjunto, pero justos de fuerza y raza.
Morante de la Puebla, silencio y ovación.
Sebastián Castella, oreja y oreja.
José María Manzanares, ovación y oreja.