Juan Ortega cumple medio sueño en Barcelona

A sus 34 años, Juan Ortega todavía no había visitado nunca Barcelona. La prohibición de las corridas en Catalunya justo cuando iniciaba su carrera como novillero y vivir tan metido en su profesión hicieron que el momento de ese viaje se demorara más de lo esperado. Sin embargo, él se notaba con la necesidad -incluso obligación- de conocer la Barcelona más taurina y fue por ese motivo que aceptó las invitaciones de UTYAC y del Círculo Ecuestre para participar en sendos coloquios, algo sumamente insólito en él.

De la misma manera que hacía de pequeño cuando viajaba por España con su padre, fue a conocer la plaza de toros. “Una ciudad sin plaza es una ciudad sin alma“, comentó con la solemnidad de quien entiende que la plaza es el corazón de la cultura y manera de vivir. En la charla de UTYAC, moderada por el buen aficionado Joan Adell, describió la Monumental como una plaza muy señorial, con el público muy encima y se imaginaba que arropaba mucho. Le impresionó la magnitud de la andanada.

A las 12h del mediodía, Ortega desplegó su capote y empezó a torear en la soledad del ruedo de la Monumental. De vez en cuando, un turista cruzaba el ruedo, ignorando que a su lado estaba lanceando el mejor intérprete del toreo de capa en activo, con permiso de Morante. Más que torear de salón, parecía inmerso en un ejercicio espiritual, como si estuviera soñando despierto. Pasó una hora, dos horas, tres horas, sin prisa alguna.

En la charla reconoció que había cumplido medio sueño, pero sería pleno solo cuando pudiera hacerlo de luces y con los tendidos llenos. Habló igual de pausado como torea y contestó a las preguntas de Adell con reflexiones interesantes. “No creo en los encastes, creo en los ganaderos“. Explicó que las ganaderías atraviesan diferentes etapas, dependiendo de quién esté al mando. Ortega pide al ganadero que viva por y para su ganadería, al igual que lo hace él, ya que en la plaza el 50% lo pone el torero y el otro 50% lo pone el toro.

Respecto a la controversia sobre su inclusión o no en los carteles de Sevilla, Ortega aseguró que “con Ramón Valencia siempre he mantenido una buena relación“. El matador vivió el asunto con serenidad, siguiendo la situación desde la distancia, con menos preocupación de la que se podría imaginar el aficionado.

También recordó sus inicios, cuando toreaba poco y se sentía cómodo con sus excusas como “torean siempre los mismos” o “los empresarios no me ponen”, hasta que conoció a su maestro. Pepe Luis Vargas le enseñó a dejar de mirar al exterior y buscar más en su interior. El maestro le dejó una lección que nunca olvidará: tras observarlo torear de salón, le dijo: “Tú te crees que la cintura es para llevar cinturón y la muñeca para llevar reloj”. Esa frase marcó un antes y un después en su carrera. Finalmente, Ortega afirmó con rotundidad que “el toreo es lo más justo que hay“, subrayando que quien no torea es porque no se dedica completamente a este exigente mundo.

Antes de concluir el coloquio se habló del futuro: “Dónde voy a llegar en el toreo no lo sé ni me lo planteo. El toreo es como la vida, es seguir el camino”. 

El día anterior, entabló un mano a mano dialéctico con el reconocido periodista Joaquín Luna, que consiguió congregar a más de 130 personas. Los socios del Ecuestre, sin ser tan estrictamente taurinos, también supieron reconocer y admirar la figura del diestro sevillano.