La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno

Ni lo he hecho nunca ni lo voy a hacer. Me refiero a lo de contestar en RRSS a comentarios que suceden entre los lectores en referencia a mis artículos. Y mucho menos, jamás he entrado en provocaciones sobre ataques personales. No pierdo el tiempo en ello. Todos gozan del derecho a expresarse con total y absoluta libertad. Los lumbreras que son incapaces de rebatir con argumentos mis artículos atacando a cuestiones del ámbito personal, quedan por sí solos retratados.

No existe la más mínima pretensión de que mis escritos reciban la aprobación ni el beneplácito de nadie. A partir de ahí, que cada cual opine lo que quiera. Mi labor como colaborador en los medios para los que ejerzo dicha actividad está centrada y fundamentada desde la honestidad y la libertad que mi dignidad y orgullo como persona así me lo exigen. Ambas, están por encima de todas las cosas. No me debo a nadie. Ni a empresas, ni a toreros. Ni siquiera a los medios de comunicación para los que colaboro. No sigo directrices, porque si llegara a suceder que me marcasen la ruta que debo seguir para escribir, será el día en que dejaré de hacerlo. 

De entre los que comentan, hay incluso, quien osa a decir que yo tendría que dar las gracias a las empresas que dan toros porque sin ellas yo no escribiría. ¡Qué atrevida es la ignorancia! Mi labor en los medios de comunicación es totalmente desinteresada y pago mi entrada cuando asisto a los toros. No me beneficio de los medios para los que colaboro, ni para pedir ni tan siquiera un pase de prensa. Y sino, si esto no es cierto, ahí están las empresas para negarlo si así fuere.
Una vez expuestas estas circunstancias, sí me veo en la obligación moral de dar respuesta al Señor Don Pedro Alcalá García a raíz de sus provocativos comentarios en claros ataques personales pretendiendo desprestigiarme tanto a nivel personal y privado como en lo profesional ante una exhibición de falta de argumentos para rebatir mis artículos, consecuencia de laexcelente y sublime incomprensión léxica que demuestra atesorar.
Don Pedro Alcalá García cuenta con una intachable, incuestionable y reconocida trayectoria profesional como subalterno, con centenares de paseíllos a sus espaldas. Eso es innegable. Pues bien, con ese destacable currículum le reto a que, si lo desea, a pesar de que alude usted a mi falta de memoria puedo hacer públicas, por capítulos, todas esas vivencias desagradables y lamentables de las que mi pésima memoria aún conserva en su disco duro. Con fechas, lugares y hechos concretos que no le dejarían en muy buen lugar ni como persona ni como profesional. Vivencias tras haberme cruzado con dieciocho chorizos, quince mangantes, doscientos cincuenta trincones y gente de muy diversa calaña entre la que usted se encuentra. 

Usted, Señor Alcalá, conocido como Pedrito Alcalá en el mundo del toro en Mallorca, sobre la corta relación que mantuvimos, apenas un año, debiera estar agradecido de haberme acompañado a un viaje a Barcelona, en septiembre de 1990, al concurso que se celebraba, por aquel entonces, en Isla Fantasía. Y digo lo de agradecido porque, a pesar de que no toreó, porque no era el cometido en ese viaje, lo hizo a gastos pagados. Su viaje, traslados, hospedaje y manutención corrieron a cargo de la cuenta bancaria de mis padres. Así como comilonas y fiestas varias que sucedieron después, durante un corto período de tiempo. Pero es importante recalcar que, a pesar de lo que otro indocumentado comenta, usted no llegó a formar parte de mi cuadrilla, nunca, jamás. Mi padre, Antonio Puertas, que era un buen veedor de los personajes del mundo del toro, me dejó señalados y apartó de ipso facto a todos los chupópteros que, por aquel entonces, se arrimaban a mí por el tufo a pesetas que desprendía como consecuencia de un familiar adinerado que me ayudó en mis inicios taurinos y se encargó de que usted no se me arrimase ni lo más mínimo porque no era de fiar.


Por cierto, Señor Don Pedro Alcalá García, en uno de sus comentarios, afirma usted que me ayudó e introdujo en el mundo taurino. Sí, efectivamente, así es. Lo que se le ha pasado puntualizar es que me introdujo en la parte más oscura, deprimente y adulterada. En la de los sinvergüenzas del toro.

Si tal y como usted comenta, “para opinar se debe estar limpio”, si quiere hablamos de sus antecedentes para comprobar el grado de mugre que arrastra a sus espaldas.

¿Quiere usted que comencemos por desgranar la primera vez que me puse delante de tres becerros en la placita de mi domicilio particular? ¿Le apetece que publique y dé a conocer de dónde salieron aquellos tres animalitos y de cómo tanto usted, junto con el resto de una cuadrilla de chupópteros y faltos de escrúpulos, gestaron aquella acción con unos astados que habían sido toreados previamente en varias capeas y de lo que se embolsó en forma de robo algún que otro afamado subalterno y, en lo que usted fue partícipe y cómplice? ¿Le apetece que nos remontemos al 01 de mayo de 1989? De cómo se gestionó y quiénes participaron, entre los que usted se encontraba, en la cabeza de la cuadrilla de golfos y sinvergüenzas que tuvieron la insensibilidad y crueldad de estrellar a un chaval con 13 años – el que suscribe este artículo- con dos becerras y un añojo toreados previamente, como digo, en más de una docena de capeas.

O, por ejemplo, ¿quiere que detalle las actitudes de vejación, humillación, desprecio y hasta de mal trato que tenía usted con un mozo de espadas al que en tono de mofa y burla le llamaba “El Mongui”?
¿Le parece bien que entremos en detalle del motivo de por qué cuando actuaba en el Coliseo Balear tenía que traerme subalternos de la península a pesar del sobrecoste que conllevaba y no contaba con usted, entre otros?

Tal y como consta en la imagen que encabeza este artículo, de uno de sus comentarios, ¿no quería usted que diese nombres? Empiezo, pues, por el suyo. Pero también puedo dar fechas y lugares. Conservo pruebas que corroborarían estos y otros hechos que le dejarían en evidencia. 

¿Quiere que rescatemos y publiquemos un artículo que llevaba por título, “Los malos consejeros”, del 16 de septiembre de 1990 en el que un reconocido crítico taurino ya se refería a usted, por aquel entonces, como un “peón de alpargata, banderillero de barra y licenciado Vidriera.” ¿Recuerda ese artículo o es a usted a quien verdaderamente le falla la memoria? Yo aún lo conservo. 

Llevo treinta y tres años callado, Señor Alcalá. Treinta y tres años siendo prudente y, desde entonces, nunca, absolutamente nunca, jamás, le he molestado ni me he dirigido a usted ni directa ni indirectamente. Le he mantenido en el olvido. Eso sí, con el más absoluto de los desprecios que era lo que se merecía. Pero le insto a que, si así lo desea, me haga saber si quiere que tire de la manta y relate por capítulos semanales vivencias y hechos vividos con usted y que no le dejarían en muy buen lugar ni como persona ni como profesional y si lo prefiere, entro en materia sobre los hechos detallados anteriormente.

Haga usted el favor de no tocarme los costados porque suelo venirme arriba en el castigo y quizás, a usted en este caso, no le interesaría que, después de treinta y tres años, abra el esportón y saque a relucir los trastos sucios, en este caso los suyos, a pesar del tiempo pasado. Material dispongo, como le digo, para artículos semanales durante meses. Mi orgullo, dignidad y la de los míos están por encima de todo. Tápese, Don Pedro, porque con todo lo escrito, no he contado aún ni un cuarto de la mitad. Mire cómo tras tres décadas el resto de la cuadrilla a la que hago referencia se mantienen todos calladitos. Y usted viene ahora de listo a provocarme y pedirme que dé nombres. ¿Qué se pensaba, que a pesar del tiempo pasado no recuerdo a toda la chusma con la que me crucé y las putadas que me hicieron?

Yo, por mi parte, si usted lo desea, estoy dispuesto a rescatar del olvido y relatar públicamente todas esas experiencias que, hasta el día de hoy, permanecen en el esportón de lo vivido y que sacarían a relucir su calidad humana. 

Su ignorancia y obcecación hacia mí, desprendiendo odio y rencor en sus comentarios, le dejan en evidencia porque le aclaro que las dos invitaciones de las que me beneficiaba hasta agosto de 2019 por mis servicios como asesor artístico y que, efectivamente, iban destinadas a mis padres, eran en contraprestación por el sueldo que debía cobrar según viene estipulado en el Reglamento de Espectáculos Taurinos. Su desconocimiento le provoca la osadía de atacarme. ¿No querrá usted que descifremos los barriles de cerveza que le costó usted al empresario del festival de Inca el 12 de octubre de 2019 en la única ocasión en la que usted subió al palco como asesor para indultar a un eral sin picar y otorgar orejas y rabos a mansalva?

Lo de pagar por torear en mi etapa de novillero, efectivamente, en muchas ocasiones pagué por torear. Es cierto. Acaso como profesional que es usted, ¿no sabe cómo está el mundo de los toros? Por desgracia, aún se sigue pagando por torear, Pedrito. Novilleros y matadores siguen pagando por torear. Su comentario denota una intención de claro ataque hacia mí sin ser consciente de que a quien realmente ataca y ofende es a la fiesta y deja en evidencia al propio sistema. Ay, Señor Alcalá, qué pocas luces tenemos.

Haga el favor, de no continuar pretendiendo ofender mi dignidad ni la de los míos con ataques que carecen de veracidad y son consecuencia del rencor y de la venganza, porque yo sí soy capaz de vengarme de usted, ante todo, por la memoria de mi señor y santo padre y por el daño moral y todo lo malo que le hizo pasar. Me llevo por delante lo que sea y a quien sea con tal de defender el honor y la memoria de Antonio Puertas. Así que, por el bien de ambas partes Don Pedro, no me tire de la lengua y si no quiere que tire de la manta, tal y como le indicaban sus jefes de filas; tápese. Haga el favor de taparse, Pedrito

NOTA

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