Nuevo fiasco ganadero en Palma: vuelven las figuras, pero no viene el toro

Decepcionante encierro de Juan Pedro Domecq el lidiado este jueves en el Coliseo Balear. Una ‘juanpedrada’ que da al traste, una vez más, con las ilusiones de los aficionados. 

El cartel anunciador del festejo; una ‘Mona Lisa’, tocada con montera, tuneada con traje de luces, enmarcada en negro y tonos oscuros, más propio de una esquela que de un espectáculo taurino catalogado como ‘fiesta’ era todo un presagio de lo acontecido ayer en el Coliseo Balear, de Palma. Si bien se registró una buena entrada, anoche asistió algo menos de público que en anteriores ediciones. Y es que, hasta el más taurino, está hastiado de las repetitivas combinaciones de espadas, con los asiduos sota, caballo y rey, pupilos bajo el manto de Matilla’s House, aunque en esta ocasión sí llegase un inusual Rey; Andrés Roca.

Pero, sobre todo, lo que es aún peor, al aficionado se le ha conminado a no volver a pasar por taquilla tras la decepcionante e insultante presentación del ganado de los últimos años.

Ayer salieron por toriles seis toritos de Juan Pedro Domecq. Otro más de escaso trapío. De paupérrimas cabezas. Excesivamente abrochados, de poca presencia y seriedad. Todos, absolutamente todos, acusando una alarmante falta de fuerzas. No salió ni un toro, pero ni uno, digno para una plaza de segunda categoría como es la de Palma. Sin remate. Algunos aptos para la lidia de rejones. Además, todos de la misma condición; con poca entrega, con escaso recorrido, algunos, sin raza, sosos y con caritas cómodas. Agarrados al piso, algunos. Nobles en líneas generales, pero una escalera de inválidos desde lo impresentable a lo aceptable.

Lo del invento de celebrar corridas ‘zapatistas’, sumándose así, Palma, a la horrorosa moda de las corridas picassianas, magallánicas, pinzonianas y goyescas, es para hacérselo mirar e, incluso, un caso digno merecedor de ser diagnosticado y tratado. La puesta en escena de lo de Domingo Zapata, de lo cual el artista está exento de culpa, es un bochornoso espectáculo. Lo de ayer, en el Coliseo de Palma, se asemejó más a una pista circense que a un ruedo donde los toreros se juegan la vida. Los inventores, de este dislate, que roza lo antitaurino, son los responsables de semejante sacrilegio. Convertir el ruedo de un coso taurino en una galería de arte, es una verdadera atrocidad. Espantoso. Mejor ni hablar de la pintura en los petos de los caballos de picar. Una vulgaridad. Algo que podría calificarse de irrespetuoso.

A todo ello hay que sumarle el empecinamiento de programar las corridas en horario tan tardío. Hecho que, sin duda, resta asistencia de público. Pero, a los Matilla, les da igual. Ellos vienen a Mallorca de ‘holidays’ y deben pensar que el aficionado local al día siguiente no trabaja.

Metiéndonos en faena, volvemos a incidir en que el tercio de varas fue una pantomima. Un mero trámite. Un simulacro.

Sebastián Castella
Largo saludo capotero, sin acople ni ajuste al que abría plaza. Un picotazo. Blandeó al salir del caballo.
Vistoso quite por tafalleras. Buena labor muleteril del francés por ambas manos, pero la falta de fuerza de este primero, noble y de buena condición restó emoción a la labor del matador. Una serie de manoletinas precedió a una estocada entera pero trasera y algo desprendida. Cortó una oreja.

Muy pobre de pitones y terciado, el cuarto. Un quite por la espalda tras el primer tercio, fue lo más destacado con el capote. Con tres pases cambiados por la espalda inició Castella la faena de muleta, pero volvió a faltar emoción porque volvía a faltar toro. Lo que le faltó al toro lo puso Castella. Incuestionable entrega que explosionó en las dos últimas series y una tercera por bernardinas. Estocada trasera y caída. Oreja con fuerte petición de la segunda, que el presidente, con muy buen criterio y acierto, no atendió.

José María Manzanares
Con su peculiar empaque recibió de capote Manzanares al segundo de la noche al que se le señaló un picotazo. Y es que el astado blandeó desde la salida por chiqueros. Buena predisposición del alicantino en una labor con altibajos debido a que su oponente se defendía en ciertos pasajes de la faena a causa de la escasez de fuerza. Con un pinchazo y estocada entera, ejecutando la suerte al recibir y un descabello, acabó con su oponente. Saludó desde el tercio.

De similar presentación que el cuarto fue el quinto. Escaso trapío y sujetado por alfileres, con el que Manzanares se estrelló entre «un quiero y no puedo». Innegable voluntad y empeño que, sin materia prima, la base de la fiesta, es decir, el toro, no son suficientes. Estocada entera de efecto inmediato que propició la petición mayoritaria para que el presidente sacara el moquero. Paseó una oreja.

Andrés Roca Rey
Estrecho de sienes y pobre de pitones, fue el tercero. Acusó exageradamente su falta de fuerzas de salida. Un puyacito tras un recibo capotero que pasó inadvertido.

Poco pudo hacer Roca Rey ante un torete con escaso recorrido. Faltó emoción porque faltaba toro. Ante tal circunstancia, inteligentemente optó por el toreo de cercanías con el que con dos tandas logró llegar al tendido. Pinchazo y estocada caída, pero de efecto inmediato. Se le concedió una oreja.
Anovillado y sin remate, el sexto. Largo y exquisito saludo con el capote del peruano. Crudo lo dejó tras su paso por el del castoreño. De rodillas y efectista fue el inicio muleteril. El torito repetía e iba largo, con incuestionable nobleza, en las manos de un entregado y poderoso Roca Rey que impregnó verdad y raza a su labor muleteril que finalizó con dos series metido entre los pitones. Pinchazo y estocada en los sótanos provocando un desagradable derrame lo que hizo que el respetable no solicitase el trofeo. Petición minoritaria. Saludos desde el tercio.
Sebastián Castella salió a hombros por la Puerta Grande.
El presidente Fernando Corchero destacó por su rigor y seriedad en su labor en el palco.

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