Simón el criminal

Han sido suficientes 5 festejos en Las Ventas para apreciar ciertos de los cambios que prometía Simón Casas.

Esa modernidad por la que apostaba el francés se ha percibido desde el primer momento con una fuerte campaña de promoción de los festejos a través de inversión en publicidad en medios generalistas y con diseños de carteles novedosos y atractivos. El resultado ha sido una buena entrada en taquilla casi todos los días pero sobre todo una buena sacudida de caspa de los hombros.

Sin embargo, todavía no ha dado con la tecla en uno de los puntos que tanto énfasis puso en su asalto al trono de Las Ventas, como era el de reducir los percances de los novilleros en el ruedo madrileño. Simón, en julio de 2016, expresaba que “las novilladas de Madrid rozan el concepto de crimen en contra de la Humanidad” y que “en vez de ser un vector de preparación para los novilleros constituyen a día de hoy un vector de destrucción masiva de novilleros“.

Si miramos lo sucedido en Las Ventas en las tres primeras novilladas de la era Simón nos damos cuenta rápidamente que la situación no ha mejorado. Cuatro novilleros han resultado heridos de (mucha) gravedad en estos tres festejos. Pablo Aguado sufrió un traumatismo craneoncefálico con pérdida de consciencia y herida inciso contusa en región parietal izquierda de 15 centímetros; García Navarrete recibió dos heridas por asta de toro, una en el cuello con dos trayectorias de 15 y 10 cm y la otra en el muslo derecho y además sufrió una fractura en el tercio medio de la clavícula derecha y por último Mario Palacios y Miguel Ángel Pacheco recibieron sendas cornadas en el muslo de 20 y 25 cm respectivamente en la novillada de Los Chospes.

El empresario de moda achacaba el alto número de percances al trapío de “toro-toro” y a que la procedencia no era de máximas garantías. Y estos dos factores los ha abordado desde un principio. Ha reducido considerablemente el trapío y tamaño de los novillos y ha llevado a novillos escogidos de ganaderías de prestigio como las de Fuente Ymbro, La Quinta y Los Chospes. A pesar de estas modificaciones, no ha cambiado nada el resultado. Según dicen las crónicas, han salido varios utreros de triunfo pero a pesar de ser menos imponentes, los novilleros no han estado a su altura y, al igual que con la otra empresa, sigue habiendo más sangre que triunfos. Si toda la vida hemos tenido que escuchar que el trapío no pega cornadas, ¿por qué reducirlo ahora? O por lo menos, ¿por qué en la primera plaza del mundo?

Es evidentemente que el trapío de los novillos reseñados para Madrid quita el aire a cualquiera, incluso a más de una figura, pero no por eso se tiene que ser un impedimento para el triunfo.
Un novillero no puede ir a Madrid a aprender ni a coger rodaje. Para eso ya existen otras plazas. Las Ventas no es una más y allí no puede triunfar cualquiera. Torear en esta plaza es una prueba en la que hay que demostrar tus conocimientos, valor, ambición y dejar claro lo que quieres conseguir en un futuro.

Estamos yendo hacia una dinámica de querer reducir el riesgo a la mínima expresión (en la tauromaquia ese riesgo mínimo sigue siendo altísimo). El público empieza a no tolerar que un torero se juegue la vida ni consciente ni inconscientemente. A la gente le asusta tener que pasar miedo. Vamos a marchas forzadas hacia un modelo sobreprotector con el que se viste de luces que lleva a justificar incluso que un torero no se ponga con la izquierda porque el toro le ha mirado mal una vez. Me asusta el control excesivo de estos factores de riesgo y más aún la justificación por parte del aficionado. Siguiendo por esta línea no me extrañaría ver en cuestión de tiempo como gente en los tendidos justifica el afeitado.
No hace falta que diga que como aficionado (mejor dicho como persona) no deseo que un torero sufra una cornada, y menos un novillero. Sin embargo, por lógico y contradictorio a la vez, sin el riesgo real de las cornadas las plazas estarían más vacías de aficionados de lo que ya están.

Las Ventas tiene que seguir siendo esa plaza exigente, en todo, para los matadores de toros y también para los novilleros. A estos últimos se les pueden perdonar muchísimos defectos, faltaría más. Pero no creo que sea beneficioso para la tauromaquia que se baje la dureza de Madrid en ninguno de los dos escalafones. Por muy crudo que pueda parecer, no me preocupa demasiado que Las Ventas sea un vector de destrucción (de carreras, se entiende). Creo que el novillero que tenga que llegar a ser alguien en este mundo lo conseguirá cueste lo que cueste. Con el novillo-toro y con el encaste que sea. En Madrid se tienen que marcar las diferencias entre los que realmente pueden funcionar como matadores de toros y los que se tendrán que conformar con algo menor. Vamos, lo que se lleva escuchando toda la vida también, que el toro pone a cada uno en su sitio.

Mientras Simón no se invente algo tiene toda la pinta que seguirá habiendo más hule que olé en el ruedo venteño y yo seguiré admirando esos jóvenes que dan están dispuestos a dar su vida por una pasión. Si decide edulcorar las novilladas en Las Ventas para acabar con “el crimen contra la Humanidad” habremos perdido la esencia de la tauromaquia, que no es otra que la verdad en lucha con un animal.

 

Foto: Juan Pelegrín

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