Empezaba la última de feria con todas las expectativas puestas en la corrida de Saltillo, pero el que finalmente se llevó el gato al agua fue un soberbio Alberto Aguilar. Los Saltillo no se comieron a nadie, se dejaron torear aunque no fue fácil estar delante de ellos.
Muy metido en la tarde desde el primer momento, le endosó un ramillete de buenas verónicas al primero de su lote. El de Saltillo fue bien picado por Francisco Javier Sánchez Morán en las tres varas que tomó. En la muleta, Aguilar toreó asentado, encajado y con gusto. Cuajó con la derecha las complicadas embestidas del Saltillo. La faena alcanzó cotas muy altas y Céret vibró con el torero y el toreo. Mató de una estocada casi entera y los pañuelos tiñeron de blanco los tendidos. Parecía que la primera oreja de la tarde iba a caer, pero el presidente se empeñó en llevar la contraria a la gran mayoría de los aficionados. La oreja ganada a ley se cambió por dos emocionadas vueltas al ruedo con bronca monumental al presidente.
En su segundo, el mejor toro de la corrida, con el público a favor de obra volvió a deleitarnos con un toreo lento de capote a la verónica que fue rematado con una media eterna. El toro parecía que se había lesionado y tuvo algunas reacciones extrañas durante la lidia. En la muleta el toro, mermado, siguió embistiendo con calidad como lo había hecho en el recibo capotero. Aguilar entendió a la perfección al quinto, con el que estuvo firme y entregado. Anduvo muy listo toda la tarde, con la cabeza despejada, que desafortunadamente se nubló en el momento más inoportuno, al entrar a matar. Cuando tenía la oreja cortada, entró a matar sin cuadrar el toro. El resultado de tal precipitación fue un bajonazo al encuentro. El triunfo material se esfumaba, pero quedaba el toreo. Sí, en Céret también se torea. Y lo hizo Alberto Aguilar.
Abrió tarde Fernando Robleño, el consentido de Céret. A pesar del empeño, no se entendió con ninguno de sus toros. Se le vio bastante desconfiado en su primero, de preciosa estampa, aunque no en tipo de Saltillo, e imponente trapío. Estructuró su faena por el pitón derecho cuando el bueno y de mayor recorrido fue el izquierdo. El madrileño le pegó mil pases, ninguno de ellos para el recuerdo. De no haber matado de un horrible bajonazo hubiese cortado una más que cariñosa oreja.
El cuarto fue nefastamente picado, en sus cuatro entradas, por Francisco Javier González y recortó en banderillas, poniendo en apuros a los de plata. Con la muleta poco o nada. Se despidió de Céret con un pinchazo y estocada desprendida. El idilio de Céret con Robleño parece que se debilita.
El que se lidió en tercer lugar y que el correspondió a José Carlos Venegas ofreció una deslucida pelea en varas. Empezó la faena con una tanda de trincherazos, casi perfectos en su ejecución. Salía con la cara por arriba al final del muletazo. El jienense se pasó por la barriga los pitones del manso de Saltillo y consiguió los mejores muletazos al natural a pies juntos.
El último de la tarde y de la feria ofreció una deslucida pelea en las cuatro veces que entró, al relance y andando, al caballo que montaba Gabin Rehabi, que se llevó la ovación. Venegas volvió a mostrar su voluntad de agradar pero la faena se hizo larga y un tanto pesada. No acabó de cogerle el aire al toro, que acabó aburriéndose. Con un bajonazo, tras repetidos fallos con la espada, se puso fin a la feria de Céret 2016.
Céret, 17 de julio de 2016. Toros de Saltillo, bien presentados y de juego variado. Fernando Robleño, ovación con saludos y silencio; Alberto Aguilar, dos vueltas al ruedo tras petición y ovación con saludos tras dos avisos; José Carlos Venegas, ovación con saludos y silencio. Entrada: Casi lleno.
A destacar:
Se desmonteró David Adalid en sus dos toros.
Se echó en falta un criterio más homogéneo en la presidencia.
Creo que hubiera sido conveniente que el presidente de la corrida concediera a Aguilar la oreja de su primer toro. No tanto por su toreo, que a mi no me pareció de cotas tan altas como se expresa en la crónica (el toreo con la mano izquierda fue inexistente), ni porque así lo exigiera la reglamentación, ya que la petición no fue mayoritaria, sino por sentido común: se hubiera premiado una buena actuación jaleada por gran parte del público y nos hubiéramos evitado los excesos entusiásticos posteriores, totalmente desproporcionados. (Una aclaración: conviene precisar qué se entiende por petición mayoritaria, que no debe confundirse con petición ruidosa o escandalosa. Petición mayoritaria quiere decir que más de la mitad de las personas presentes en los tendidos, aunque sólo sea una más, la manifieste. No fue el caso). En cuanto a la, a mi juicio, excesiva valoración del conjunto de la actuación de Aguilar, quedó patente en el quinto toro, Horquito, con mucho el mejor de la corrida (y al que bien pudo dársele la vuelta al ruedo, aunque sólo fuera como premio al conjunto de ésta). Aguilar estuvo por debajo de la calidad del animal, al que “entendió” tan bien, que no le bajó la mano casi nunca. Su trasteo al natural (con las dos manos y en cualquiera de sus enemigos, ahí está la foto publicada como evidencia) fue siempre con la mano alta. En ese quinto, en la última tanda se le ocurrió probar a bajarla y resultaron tres o cuatro buenos muletazos en los que quedó patente la bravura del animal y cómo hubiera sido de verdad de cota alta la faena si hubiera bajado y corrido la mano desde el principio.
Bien, a pesar de ese desacuerdo (las opiniones son libres y cotejarlas respetuosamente siempre es enriquecedor), mi felicitación más sincera a ambos críticos de la página. Es una maravilla llegar a casa después del viaje y encontrarte con esas crónicas tan ponderadas y bien escritas. Gracias.