Llevamos semanas sin hablar ni escribir de toros ya que la situación no era la idónea ni alimentaba a ello. En las últimas fechas nos encontramos en los medios de comunicación peticiones de que debemos afrontar y comenzar la nueva normalidad, lo mejor es hacerlo volviendo a hablar de lo que nos gusta.
En este comienzo a la nueva normalidad, los aficionados nos hemos encontrado con reservas de hoteles y días pedidos de vacaciones en el trabajo sin sentido. Los viajes a las ferias que habíamos organizando se han ido cancelando como se derrumba un castillo de naipes. Aunque para el aficionado en estas semanas tan duras no ha sido la tauromaquia el mayor de sus pensamientos sino la salud de los suyos. Pero la tauromaquia no la dirige el aficionado, como sucede en lugares puntuales de España y Francia, sino empresarios que además de pensar en la salud de los suyos esperemos que pensaran en la salud de la tauromaquia, por el bien de todos.
En la nueva normalidad se empiezan a abrir las tiendas, no todas ya que algunas no han podido salvarse de esta crisis. Cada una con su historia y sus problemas. Miramos hacia la tauromaquia y nos preguntamos si el negocio abrirá, que lo hará, pero en qué condiciones. Los últimos años nos ha servido para ver que las grandes empresas viven del pasado, que continúan aquí ya que heredaron un negocio que se sostiene solo, pero necesita cuidarse y enseñarlo. Si los grandes empresarios hubieran heredado una ferretería ahora se encontrarían solicitando un ERTE. No lo decimos por decir, solo hay que ver las plazas en los últimos años y en estos meses de crisis todos los sectores han ido apareciendo por televisión solicitando ayudas que han ido recibiendo y la tauromaquia desaparecida en combate. Hasta ayer, con un simple hashtag lanzado en Twitter que eso y nada es lo mismo.
La pregunta que se hace el aficionado. ¿Y después del tuit? Si no hay un plan real y acorde a la situación que vivimos ya se pueden escribir todos los tuits que se quiera que no valdrán para nada. La tauromaquia tiene un sinfín de problemas para que las futuras generaciones conozcan el arte de Cúchares, por mucho que nos empeñemos ni el aficionado ni los “jóvenes” empresarios tienen fuerza para luchar y obtener resultados. Tampoco los ganaderos que demasiado tienen con salvar su economía manteniendo auténticas joyas genéticas, que incluso en esa lucha hemos comprobado que han sido los que se han arriesgado con ideas innovadoras. Todos sabemos quiénes son los que deben luchar y regenerar el estado actual del toreo. Lo peor es saber ya el resultado que van a obtener, es simple y sencillo. Nada. El tiempo nos ha demostrado que no quieren o no pueden luchar por el bien de la tauromaquia. El mejor ejemplo puede ser Toño Matilla que se unió a la marea del tuit con el hashtag contra el ministro y una foto de la Monumental de Barcelona hasta la bandera. No hay que añadir ninguna palabra ya que todos sabemos la situación de la Catalunya Taurina, al igual que la respuesta de Matilla a luchar por la tauromaquia en Barcelona, un silencio sepulcral. Un silencio que nos hace pensar que no ha existido ninguna lucha. Si Matilla, el jefe de los jefes, no lucha por una de sus plazas el pensamiento del resto de los empresarios será qué necesidad tienen ellos de luchar por el futuro de la tauromaquia. Y en este punto nos encontramos donde los fuertes no siembran y simplemente piensan en arrepañar las última migajas, como la reducción del IVA de las entradas.
El aficionado, aquel pardillo al que engañan año tras año los grandes empresarios, mira el futuro con desidia y esperanza. La esperanza de ver que hay empresarios jóvenes pero con cierto nombre que han abandonado ANOET. Aún hay gente con algo de fuerza que no quiere acomodarse y ver como muere algo único como es la tauromaquia. Pero esa mirada de esperanza se llena de dudas cuando uno se pregunta si dejaran a estos pececillos nadar en un mar de tiburones. Para que puedan nadar y sobrevivir necesitan de las actuales figuras del toreo. Aquellas que también pasarán a la historia como las grandes acomodadas que acabaron con encastes y quién sabe si con la tauromaquia. Mientras sigan al amparo de los tiburones no habrá esperanza para nadie. Ni para los empresarios jóvenes, ni para los nuevos toreros, ni para ciertos ganaderos ni tampoco para el aficionado.
Toca tiempos de trabajar de manera diferente, no son tiempos de trabajar haciendo carteles o cambios de cromos. Toca tiempo de trabajar para que puedan dejar en herencia aquello que se encontraron y para ello tendrán que tener una buena respuesta a ¿y después del tuit?