Fue en junio de 2017 cuando Muro celebró su último festejo taurino conmemorando el centenario de su coso. Después, tras un parón por la ya parcialmente abolida ley autonómica denominada ‘toros a la balear’, sobrevino otro de obligado cumplimiento a causa de la pandemia. Luego, se añadió un contratiempo que hacía inviable la celebración de cualquier evento taurino y es que la última inspección técnica llevada a cabo en junio del 2021 instaba a sustituir las tablas que conforman el ruedo, deterioradas por el inexorable paso del tiempo.
El Ayuntamiento, propietario del recinto, ha dado un paso adelante y, actualmente, ya han finalizado las obras quedando sustituidas por completo todas las tablas, así como otras reestructuraciones en las taquillas, oficinas, bar y la segunda planta del torreón debido a una aluminosis diagnosticada. También, en la enfermería se han rematado ciertas adecuaciones para la viabilidad de los espectáculos taurinos, tal y como lo contempla el actual Reglamento de Espectáculos Taurinos.
Para todo ello, el ayuntamiento ha destinado una partida económica no solo para que su plaza pueda acoger actos relacionados con la tauromaquia sino también para mantener en perfecto estado el edificio catalogado como Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico. Sin embargo, a pesar de que la plaza se ha reformado por completo, estando el coso ya apto para llevar a cabo cualquier acontecimiento taurino, La Monumental de Muro no reactivará la actividad taurina este Sant Joan.
A pesar de que su alcalde, Miquel Porquer, no ha atendido la llamada de VaDeBraus para contrastar ciertas informaciones, a este medio le consta, por fuentes cercanas al Ayuntamiento, que sí ha habido intención y predisposición por parte de la alcaldía para que Muro no se quedase sin toros las próximas fiestas en honor a su patrón. Varios han sido los contratiempos que han llevado al traste estas pretensiones. El principal motivo, habría sido que la empresa que se presentó para optar por la organización del festejo no disponía de cierta solidez económica y generó desconfianza en el consistorio, motivos suficientes por los que, Porquer, con buen criterio y muy a su pesar, decidió abortar cualquier acción de la celebración de la corrida.