Un francés, un español y mexicano se dieron cita en Millas para matar una novillada concurso con seis hierros fanceses. Podría parecer el inicio de un chiste si no fuera por la seriedad que imponían los astados y la responsabilidad que se notaba en los rostros de los de luces.
Por quinto año consecutivo, en el diminuto ruedo de Millas compitieron 6 novillos de distintas ganaderías del país vecino para ver quien se alzaba con el premio al mejor utrero. Sobre el papel parecía que los novilleros no competirían con las mismas condiciones. Sin sorteo previo, Maxime Solera mató los dos de Yonnet (Pinto Barreiros con Atanasio Lisardo el de Hubert y Pinto Barreiros con Marqués de Domecq el de Christophe), Antonio Grande el de Turquay (Santa Coloma vía Buendía) y Málaga (Domecq vía Domingo Hernández) y Miguel Aguilar dos novillos de encaste Domecq de Le Laget y de Sainte-Cécile (vía El Torero).
El triunfador del festejo resultó ser el mexicano, que sorprendió gratamente al público francés en su debut en tierras galas. Aguilar dio una gran imagen en sus dos actuaciones. Valor sereno, muy asentado, pies atornillados en la arena, buena postura y con ganas de agradar sin venderlo a la galería. Al tercero de la tarde, el de Le Laget, lo entendió a la perfección y lo toreó por ambas manos. La faena llegó a su máximo nivel cuando el hidrocálido cogió la zurda y se puso a torear. Brilló al natural. La espada se llevó algún trofeo y él no quiso dar una vuelta que no habría sido protestada. Este novillo, de nombre Astillero, fue el que declararon triunfador de la novillada. Salió de chiqueros con fiereza y el picador le recetó tres puyazos – la última de más lejos- aunque el utrero no se empleó en demasía. En la muleta tuvo calidad, movilidad y nobleza, pero le faltó más acometividad.
Con Plumero, de Sainte-Cécile, volvió a estructurar una buena faena. Plumero embestía con más emoción y más franqueza que su primero. El nivel de Aguilar no bajó y estuvo a la altura del novillo, lo toreó despacio y se lo pasó muy cerca. Ni el viento que soplaba con fuerza le cambió su planteamiento. El estoconoazo con el que lo mató ya valía de por sí una oreja. El mexicano no desaprovechó el lote más fácil y se proclamó el triunfador de la novillada. Jugar con las cartas de Domecq bajo el brazo suele ser a priori una garantía para como dicen los cursis “hacer/soñar el toreo”.
Otro que pudo haber salido en volandas de haber matado bien fue Maxime Solera. El francés tuvo que vérselas con el lote más complicado. El primero en saltar al ruedo fue Fangassier, un novillo con hechuras de toro de Hubert Yonnet. Solera lo puso en corto los dos primeros puyazos y en la otra punta del ruedo para tomar la tercera vara, todas ellas sin empujar ni arrancarse con alegría. Embestía con sosería a la muleta firme y poderosa de Solera. El novillero aguantó miradas y parones. Ni se inmutó cuando le hacía la radiografía el de Yonnet. Lo pasó francamente mal a la hora de matar. Solera lo intentó en repetidas ocasiones, pero no atinaba. Le faltaba pasar y tirarse con más convicción. Los repetidos fallos cambiaron una faena de premio por dos avisos.
La historia se repitió en el cuarto de la tarde. Solera dejó escapar con la espada una oreja ganada con sudor y esfuerzo. El de Christophe Yonnet con la cara por las nubes desde que pisó la arena, solo la bajó cuando se lo llevaban las mulillas. Dejó un buen tercio de varas en tres episodios y empujó considerablemente al peto del caballo. Solera fue haciéndose poco a poco con él. Este cuarto fue el más complicado de la tarde, peligroso y muy incómodo de estar delante. Se reponía rapidamente al finalizar el muletazo. Enfrente encontró un torero valiente que no quiso dejarse ganar la pelea. La faena iba ganando intensidad hasta que la música empezó a sonar. Maxime ordenó parar a la banda y en las siguientes tandas le apretó más. Estas fueron las mejores de una faena meritoria a un novillo por el que nadie daba un duro.
De menor impacto fue el paso de Antonio Grande por Millas. El salmantino lidió en primer lugar a Paolito un complicado novillo cárdeno de Turquay. A pesar de ser el más escurrido de la novillada y de estar justo de fuerza, el peligro estuvo presente pues la cara siempre la llevaba arriba. Grande estuvo voluntarioso aunque el astado pedía mayor dominio y el aficionado no tirar tantas lineas. Religioso, de Málaga, fue un novillo gordo y apretado lidiado en quinto lugar que tomó tres varas fuertes. En este estuvo mejor Grande al que le dejó la muleta en la cara para tirar de él. Se repetían las notables series básicamente con la diestra, pero la carencia de temple y los enganchones a final de tanda desconectaron al público.
La espada fue el mayor enemigo de los tres toreros en una tarde en la que estuvieron en líneas generales por encima de sus oponentes. En el caso de Maxime y Miguel, los aceros les obligaron a abandonar la plaza andando cuando hicieron méritos para hacerlo a hombros. Cuando afilen sus estoques serán dos novilleros todavía más temidos por sus compañeros. Interesantes para el aficionado ya lo son desde hace tiempo.
Ficha del festejo
Millas (Francia), dos tercios de entrada. Domingo, 11 de agosto de 2019. Novillada concurso entre H. Yonnet, Turquay, Le Laget (premiado), C. Yonnet, Málaga y Sainte-Cécile.
Maxime Solera, silencio (atasco con la espada y descabello, 2 avisos) y ovación con saludos (atasco con la espada, aviso).
Antonio Grande, silencio (3 pinchazos y 2 descabellos, 1 aviso) y silencio (pinchazo hondo y estocada tendida).
Miguel Aguilar, ovación con saludos (media y 5 descabellos, 1 aviso) y oreja (estoconazo).