En Ulldecona, a los pies de la Sierra del Montsiá y colindando con la provincia de Castellón, se encuentra una de las ganaderías más importantes de Catalunya. Es una de las que tiene mayor actividad de Catalunya en cuanto a número de festejos y de las que actualmente tiene más cabezas de ganado.
Fernando Mansilla fundó la ganadería que lleva su nombre entre 1985 y 1986 al volver de la mili. Influenciado por su afición a los toros decidió comprar 7 u 8 becerros de El Rumbo y más adelante adquirió un lote de Sonia González y otro del Hortolà, lo que los ganaderos consideran como lo fundacional.
El propio Fernando es el que nos recibe y nos atiende con toda la humildad del mundo. Con un sombrero de paja para resguardarse del sol que todavía pica a estas alturas del año (principios de octubre) y con ropa para trabajar. Aquí no hay lugar para ir de bonito, no hay mayorales ni vaqueros, en esta ganadería curran todos por igual. Con él vamos recorriendo la finca de La Carboneda, donde pastan las más de 300 reses, y nos va explicando los detalles de su ganadería. Nos cuenta que hará ya unos 10 años se mudaron de Torreblanca (Castellón) a esta finca en Ulldecona, cerca de los pueblos donde suelen ir. El mercado de Mansilla se sitúa básicamente en el norte de Castellón y en los pueblos del Ebro catalán, aunque también acuden puntualmente a pueblos de Valencia y Teruel. La nueva finca consta de 25 hectáreas, varios cercados donde se separan los añojos, las vacas, los erales, utreros, los toros y los cerriles. No tiene ningún lujo, pero no le falta de nada. Tiene hasta placita de tientas donde de vez en cuando algunos aficionados prácticos o matadores de Castellón como Varea, Paco Ramos o Abel Valls tientan las becerras.
Sin embargo, reconoce que prácticamente toda la selección se hace a través del resultado de las actuaciones que tengan los animales en las calles o plazas, buscando que tengan acometividad, movilidad y fijeza como cualidades principales. Una de las claves de su éxito se resume en tres elementos: la alimentación, la sanidad y la suerte, comenta Fernando. Precisamente la mala suerte les pegó de lleno entre 1999 y 2000, cuando la tuberculina les obligó a matar casi toda la vacada. Pudieron salvar algunos animales, pero indudablemente tuvieron que acudir al mercado. Con Cristian Barreda Mansilla, sobrino del fundador y actual representante de Mansilla, empezaron a rehacer la ganadería. Es entonces cuando se compran vacas de Machancoses, Rogelio Martí y Benavent. Lo último que han incorporado a la ganadería son seis toros de Jandilla.
A base mucho esfuerzo y muchas horas de trabajo, la familia Mansilla ha sido capaz de hacer económicamente viable la ganadería, de la que viven Fernando, Cristian y un trabajador más. “Vivimos por y para nuestros animales”, se sincera Fernando. Los ganaderos, aunque son también aficionados a las corridas de toros, no se plantean empezar una nueva andadura en novilladas. Consideran que además haber pocos ganaderos de lidia en la actualidad que vivan de ello, se necesitan unos conocimientos mucho más fuertes. “Es mucho más difícil criar un toro de lidia que luego embista en la plaza que un toro para las calles”, reconoce el ganadero.
Fernando no nos puede atender más y se va a seguir trabajando. Nos deja dar las vueltas que queramos por la finca. Nos entretenemos mirando las vacas, las hay de todos los colores: negras, jaboneras, coloradas, berrendas en colorado y en negro… A la izquierda nos vigilan Pastelero, Artillero y Rambo, míticos toros de Mansilla que tantas tardes importantes han dejado en los últimos años. Alguno hasta se deja acariciar entre los quitamiedos. Cuando el hambre empieza a acusar nos vamos finca abajo para dejar la ganadería en la misma tranquilidad con la que nos la encontramos, pero con la certeza que la familia Mansilla seguirá criando el toro bravo por muchas trabas que les pongan. El amor hacia los animales será algo parecido a esto.