Enrique Ponce es, sin lugar a dudas, uno de los matadores de toros más importantes de las últimas décadas. Su compromiso con la profesión, su honradez y su gran capacidad lidiadora le ha hecho merecedor de importantes triunfos y, sobre todo, del reconocimiento de todos los aficionados. Hace veinticinco años, la afición gerundense tuvo la gran oportunidad de presenciar su actuación en la plaza de toros “España Brava” de Sant Feliu de Guíxols. Una actuación de gran calado en la que desorejó al último toro de la tarde. Fué el domingo 5 de agosto de 1990 y alternó junto con el colombiano César Rincón, que cortó dos orejas a su primer antagonista, y Luis Miguel Campano que obtuvo otras dos del segundo de su lote.
Se lidiaron cinco toros de la divisa de don Antonio José Da Veiga Teixeira, de Coruche (Portugal) y uno —el quinto— de Viento Verde de Puebla del Río (Sevilla), bien presentados, cómodos de cabeza y de juego desigual. El primero, de Teixeira, y el quinto, de Viento Verde, dieron un excelente juego. El tercero y sexto resultaron nobles pero sosos! Y el segundo y cuarto, muy deslucidos por sus medias embestidas y continuo derrotar.
Enrique Ponce, que venía precedido de un importantísimo triunfo en la Feria de Julio de Valencia, pechó con un primer toro de gran nobleza que llegó aplomado a la muleta por el fuerte castigo recibido en varas. El picador se ensañó con el cornúpeta sin que allí nadie pusiera coto a los desmanes del varilarguero. Y aunque el toro no repetía, Ponce dejó entrever que posee el arte de torear nacido de las dos divinidades ibéricas: del valor y de la gracia, como hijo de Jupiter y de Aglaía. Esta gracia sublime (Platón dijo que lo sublime no tiene forma) se libera del cuerpo, se sale fuera del contorno del torero y está sobre el riesgo como esos pájaros andaluces que bajan a posarse sobre las cornamentas de los toros. Se descompuso, Enrique, con la espada y dio la vuelta al redondel. Con el que cerraba plaza, una res tan noble como sosa de embestida, compuso una porfiada faena, sobria y rítmica, que remató de una gran estocada y le supuso las dos orejas de su enemigo.
Esta temporada hace veinticinco años de esta importante corrida en la palestra guixolense. Eran tiempos de cierta normalidad taurina en la que los cosos gerundenses de Girona, Lloret, Figueres, Sant Feliu de Guíxols y Olot ofrecían interesantes programaciones veraniegas, con carteles de gran interés en los que se combinaban los festejos mayores con las novilladas. Unas novilladas que servían como escuela de aprendizaje de muchos toreros catalanes y que, por lo tanto, desempeñaban un papel importantísimo para el futuro de la Fiesta en Catalunya.