La Macarena, inaugurada en 1914, celebró su última novillada en 2008. Al año siguiente, el arquitecto municipal de entonces se negó a firmar un certificado de solidez del edificio y las normativas impuestas por Función Pública comportaban reformas y unos gastos que ni su propietario, Pedro Balañá, ni el Ayuntamiento estuvieron dispuestos a asumir. Se exigían modificaciones para la legalización de la plaza y su consiguiente licencia de actividades; cuatro vomitorios en los tendidos con acceso directo, pasillos de acceso a los asientos superiores y ensanchamiento de las escaleras de las gradas, así como acceso para discapacitados y otras adecuaciones indispensables. La Macarena, se encuentra en un triste y alarmante estado de desamparo y deterioro que hacen prácticamente imposible su recuperación. A pesar de que la plaza está en venta cabe recordar que, según declaraciones de Catalina Soler, alcaldesa del municipio en 2008, tras localizar la primera escritura de compra-venta, el alcalde Andreu Manresa que la vendió por primera vez a manos privadas en los años 70, incluyó una serie de cláusulas para su venta; que la plaza de toros debería ser siempre una plaza de toros y, además, la obligatoriedad del propietario de turno, sea quien sea, de organizar una corrida de toros el día de Sant Agustí. En la escritura también queda claro que “si estas dos condiciones no se llevaran a cabo, la plaza revertiría automáticamente a la propiedad municipal”, según explicó Soler. Con todo, la recuperación de la primera escritura de compra-venta es importante, ya que de esta manera se disipa cualquier duda sobre el futuro de la plaza, descartando totalmente una supuesta venta del solar para fines inmobiliarios. Quizás, sea este el principal motivo por el cual, tras catorce años, Balañá no haya conseguido vender el edificio.