“De no estar probado que Joaquín Bernadó ha nacido en Santa Coloma, habría que pedir su partida de nacimiento a la parroquia de Santa Ana, en Sevilla, junto a la cerámica trianera. ¡Qué sabor, qué color y qué olor de torero caro! Sus verónicas parsimoniosas, sus pases de pecho más largos que el talgo, sus soberbios naturales. Aunque el novillo le pegue una voltereta, él ni se despeina. Joaquín Bernadó es la elegancia con montera”.
Con estas palabras se refería el gran crítico taurino K-Hito a la figura emergente de Joaquín Bernadó en sus tiempos novilleriles. Tres tardes seguidas toreó, de novillero en Vistalegre y se puso en órbita en «Las Arenas», triunfando apoteósicamente con una novillada de Bernardino Giménez Indarte. De ahí, a su relanzamiento definitivo en la gran cantidad de novilladas alternando con Chamaco en Barcelona. La contraposición de la elegancia y el clasicismo de Quimet y la heterodoxia y valor de «Chamaco» enardecieron a una entendida afición catalana. Barcelona era la gran meca del toreo en España, con dos tauródromos funcionando y con unas temporadas taurinas de casi un centenar de espectáculos. En ese ambiente se hizo torero Quimet. El 4 de marzo de 1956 se convierte en matador de toros en la Magdalena de Castellón e inicia una dilatada trayectoria en la que destacan sus 66 actuaciones en Madrid, las 155 en Méjico y las 253 en Barcelona, su plaza.
Su toreo de corte clásico, elegante y bello tuvo el reconocimiento de aficionados y críticos. El recordado Juan Soto Viñolo escribía en 1975 : “Joaquín Bernadó tiene su sitio entre los mejores. Lo muestran su arte, su técnica, su galanura, su madurez. Ha ganado larga y honradamente ese sitio. Se lo viene ganando desde hace tiempo, dictando lecciones magistrales de toreo cada tarde que pisa la arena. Logra la lidia requerida a cada res, y deja sobre el ruedo el perfume de su toreo reposado, ligado y hermoso con la muleta planchada, tersa como una cartulina roja”.
El día de su retirada, el 25 de septiembre de 1983, en la «Monumental» barcelonesa, Mariano de la Cruz cerraba su crónica taurina en «La Vanguardia» de la siguiente manera: “No sólo se despide un gran maestro del toreo, sino que lo hace un torero catalán admirado por toda la afición del mundo”.
Descanse en paz, el mejor torero que ha tenido Cataluña.
Foto: Archivo de Juan Saucedo. Bernadó con un toro de La Punta en México. Año 1972.