Maxime Solera puso el color en un desafío negro

El desafío ganadero en blanco y negro organizado en Beaucaire no dejó satisfecho a nadie. Se lidiaron en la primera mitad 3 novillos de Barcial y después 3 de Jara del Retamar, que podrían haber sido los padres de los 3 primeros si no fuera por lo bastos que eran en comparación a los otros.

El desafío fue desigual tanto en presentación como en comportamiento. Los de Barcial, más bajos y con mejores hechuras, no dieron opción de triunfar ni de jugarse la vida. En cambio, los tres de Jara del Retamar, con todas las cosas negativas que iremos comentando más adelante, por lo menos se movieron y ofrecieron alguna posibilidad. El premio al mejor novillo quedó desierto, pues cualquier señal de bravura era un mero espejismo. En este desafío bicromático ganó el negro.

Si en el apartado ganadero poco hubo que destacar, el que sí resaltó por encima de sus oponentes y compañeros de cartel fue otra vez más Maxime Solera. En su segundo novillo dio una dimensión de torero valiente y capaz de funcionar en este circuito tan duro. Al toro, alto y gordo, le recetó tres buenos puyazos Pepe Aguado (se llevó el premio al mejor picador) aunque solo empujó en el primero. Solera no abandonaría la firmeza mostrada desde un arriesgado inicio a pies juntos agarrándose en tablas a un toro incierto. La faena de muleta fue un aguantar y tragar constante. Su ambición le permitió sacarle una faena a un novillo con peligro que poco humillaba y nadie daba un duro por él. Bien colocado y con la pata palante lo toreó al natural. Qué convicción hay que tener para aguantar esos parones en Beaucaire con un novillo poco franco. Solera no se inmutó, él siguió a lo suyo. Un intento fallido de estocada recibiendo o al encuentro y una estocada caída minimizaron la petición y cambiaron una oreja por una vuelta. Lo que no perdió fue la oreja de oro, el tradicional trofeo que se da al novillero triunfador.

Su primero apretó en el capote del francés y este se lo sacó a los medios. Recibió dos puyazos, el primero largo y fuerte, y el segundo todo lo opuesto. Nulas opciones ofreció en la muleta. Embestía con el freno de mano puesto y no había manera de hacerle seguir más de medio la muleta. Su escasa transmisión y su poco poder restaban emoción. Solera le buscó las vueltas en una faena que sirvió para constatar su capacidad y firmeza. Digno y profesional pasaportó al segundo de Barcial, aunque se atascara con el descabello.

Sin tocar pelo, en Beaucaire lanzó dos mensajes claros: lo de Ceret no fue flor de un día y ojo como le embista uno de Dolores en Madrid. Estamos avisados.

Otro que compartió cartel también en Ceret fue Aquilino Girón y las sensaciones fueron muy parecidas a las de hace 15 días (o a las de Granada en junio). El granadino no lo está viendo claro esta temporada y transmite una sensación de inseguridad que colinda con el canguelo. Su primero, bajo y sin remate por detrás, recibió dos puyazos pero no empujó en ninguno. El de Barcial no tuvo ni clase, ni emoción, ni poder. Girón usó su muleta como arma defensiva y solo dejó una tanda aparente cuando le atacó antes de coger la espada. Eso sí lo tiene, se tiró a matar con todo, como nos tiene acostumbrados, y quedó prendido por el muslo. Por suerte el pitón no caló. Dos pinchazo y una colección de descabellos acabaron con el que abría plaza.

El manso que hizo cuarto tuvo una querencia fuertemente marcada desde el principio. El caballo tuvo que irse a toriles para poder castigarle y en banderillas se atornilló al piso. Solera se hizo cargo de la lidia del cuarto al ver la capea en la que se estaba convirtiendo eso. El de Jara del Retamar pedía faena en toriles, apretaba un poco por adentro pero luego salía suelto. La desconfianza de Girón no cesó y lo mejor que hizo fue ir a por la espada, con la que mató al novillo de un pinchazo y una estocada entera caída de muerte rápida.

Debutaba con picadores José Antonio Valencia. Menuda papeleta. El picador le dio fuerte en los tres encuentros con el equino, por si acaso. En dos de ellos salió suelto. El de Barcial había salido con más transmisión que sus hermanos en el capote del venezolano. En la muleta el utrero tuvo una veintena de buenas embestidas que entendió a su manera el torero. Cuando el toro dijo que hasta aquí el novillero quiso seguir y la faena perdió intensidad.

El de Jara del Retamar que cerraba festejos fue igual de alto y grandón que los otros. Valencia lo recibió con dos largas en el terció que despertaron al tendido. ¡A buenas horas! Voluntarioso y alegre elaboró una faena meritoria a un toro que cada embestía parecía haber aprendido de la anterior. Una pelea de nivel de la que salió bastante airoso viendo las complicaciones del astado -cara por las nuves y reponiendo rápidamente- y su poco bagaje. Él perdía pasos rápidamente para poder ligar los muletazos. Dos medias y un pinchazo pusieron punto y final a una digna actuación. Valencia, desconsolado por los sin sabores de los esfuerzos sin recompensa, lloró desde que llegó al burladero hasta que abandonó el ruedo.

Sin haber salido ningún novillo de nota y puede que tampoco sacaran ni para aprobar, los de Jara del Retamar estuvieron un punto por encima de los barciales. Permitieron exponer y proponer una pelea. De todos modos, ninguno de los ganaderos se habrá ido satisfecho a casa. La próxima vez que vea un festejo con estos hierros me gustaría ver un poco más de casta, bravura y poder, pero sobre todo vigilaré no sentarme al lado de la familia de Jara del Retamar para no tener que aguantar la sartá de bobadas y mala educación del séquito familiar.

 

 

 

Fija del festejo

Beaucaire (Francia), un tercio de entrada. Domingo, 28 de julio de 2019. Novillos de Barcial (1, 2 y 3), sin transmisión ni poder, y Jara del Retamar (4, 5 y 6) altos y exigentes, el cuarto fue un manso de libro. El premio al mejor novillo quedó desierto.

 

Aquilino Girón, silencio (2 avisos) y silencio

Maxime Solera, silencio (2 avisos) y vuelta al ruedo (aviso).

José Antonio Valencia, silencio (1 aviso) y silencio.

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