Nicolás Sampedro, autor de “Dieciséis años sin Desperdicios”: “Yo no digo mentiras, pero sí novelo”

Pocos planes mejores se me ocurren que pasar una tarde de invierno hablando de toros, con un buen rioja y una tapa de jamón mientras el sol se va escondiendo lentamente detrás del Walden 7 de Bofill.

Nicolás Sampedro me recibe en su casa, que además de cumplir su función principal sirve como museo y biblioteca taurina. En las estanterías, y cajones, no hay espacio para la morralla. Los libros están perfectamente clasificados, inventariados y tratados con sumo respeto. Algo sorprendente, no hay ni una motita de polvo. Entre tanta joya brilla el libro de Guerrita, de Peña y Goñi, publicado en 1894 dedicado por el propio Califa.

Tras profundizar en distintos conceptos técnicos del toreo en sus dos primeras obras «Cargar la suerte» 2014 y «Y después de Fuentes, ¿Naide?» 2017 y animarse a experimentar con un nuevo género para él como es la novela histórica con «Entre Agujetas y Badila» 2020, sigue por el mismo palo en su nuevo libro «Dieciséis años sin Desperdicios». Esta segunda entrega de la serie El Aventorero nos acerca a la tauromaquia en América a mitad de siglo XIX a través de las aventuras que vivió Manuel Domínguez “Desperdicios” en Uruguay, Brasil y Argentina.

Empezamos a hablar y la charla se convirtió en entrevista:

P. Para escribir bien hay que haber leído mucho previamente.

R. Yo siento mucho respeto y admiración por los que escriben bien de verdad y no es una falsa modestia. A mi me cuesta mucho escribir y por eso son tan cortos mis libros, no son tochos ni extensos primero porque siempre he intentado escribir lo que yo hubiera querido leer. 

¿Cómo manejas la presión de equilibrar la creatividad con la precisión histórica?

Primero hay que tener imaginación y afición por la lectura y más por la historia. Lo importante en todo esto es tener respeto por la historia. Yo no digo mentiras, pero sí novelo. Yo no me invento ni una batalla ni una corrida de toros. Para hacer una página yo tardo mucho, para llegar a algo entendible, ameno, divertido o técnico y con rigor histórico.

Este libro, como el primer Aventorero, es una buena manera de adentrarse en el mundo de los toros.

Cuando puse el nombre de El Aventorero y se lo dije a mis amigos, los más puristas dijeron que era un nombre horrible, pero una vez lees la historia te das cuenta por qué. Lo más importante, yo creo, es que es un libro que no va dirigido especialmente al público taurino. 

¿Por qué? 

Yo pretendo que la gente pueda aprender de toros y reconocer personajes taurinos a través de una historia y puedan encontrar historia del toreo en una novela. Este libro tiene historia del toreo, técnica del toreo, muchos conceptos que los taurinos asimilamos muy fácilmente, pero que otra persona puede descubrir.

En la novela, además de tauromaquia, hay aventuras amorosas y sexuales. ¿Crees que algún aficionado purista le cueste de comprender?

El mensaje que tenemos que dar no es al aficionado, es a la sociedad. Cuando la editorial me dijo que estaría dentro del género de narrativa me emocionó. No tenemos que adoctrinar a nadie, simplemente tenemos que contar nuestra historia de manera natural y en cierta manera recuperar la cotidianidad. 

¿Qué opinas de la literatura taurina que se publica actualmente?

Creo que no se alcanza la calidad, no llegamos a unos niveles para que seamos apetecibles para la gente ni para las editoriales. Estar en librerías es difícil. El problema de la literatura actual taurina es que muchos autores escriben demasiadas veces de memoria. 

Tú no opinas sobre Desperdicios.

Yo simplemente digo lo que fue. Muchas cosas de las que pongo en el libro las he sacado de cartas manuscritas que Desperdicios envió a Pascual Millán. Cuando escribo sobre historia uso las primeras fuentes, las de la época. Hay que ir a la primera fuente, así no te guste. Sino se corre el riesgo del juego del teléfono, donde el mensaje inicial no coincide con el final. Este libro es sobre los 16 años que Manuel Domínguez pasó en América, pero me puse a investigar todo sobre Desperdicios, desde que nació hasta que murió.

¿Qué te llamó la atención de Domínguez?

Una vez, tomando un café con el Doctor Fernando Claramunt, me dijo que yo tenía que escribir sobre Desperdicios. Te estoy hablando de hace 20 años. Y se me quedó la espina. Cuando descubrí su aventura americana me llamó muchísimo la atención.

Manuel Domínguez fue mucho más que torero.

Te puedo dar la lista de sus oficios: torero en Uruguay y Brasil, militar en la guerra del Río Grande entre Uruguay y Argentina, guajiro, gaucho, capataz estanciero, mayoral en saladeros e ingenios, cabecilla de gente de campo contra indios feroces e industrial traficante de muelles y aduanas.

Se fue de España a Uruguay medio obligado.

Se fue huyendo, pero no voy a contar más [ríe]. Él fue contratado en Uruguay para matar una serie de corridas, pero no las pudo matar todas porque le pilló la Guerra del Río Grande. Promovió mucho la tauromaquia en Uruguay, la fiesta tenía mucha vitalidad y allí hasta llegó a torear Joselito. Lo que intento con el libro es describir lo que era la tauromaquia en ese país a través de las corridas que mató Domínguez.

Ya que mencionas a Joselito, en el libro explicas que en esa época ya se toreaba en redondo.

Hay teoría del toreo en redondo desde el siglo XIX. Dicen que los creadores del toreo en redondo fueron Domínguez y Cayetano Sanz. Desperdicios tenía un problema de una úlcera en su tobillo y debido a su obesidad, se tenía que quedar quieto. La necesidad se llega a convertir en virtud. Traía los conceptos de Pedro Romero, que decía que se tenía que torear con las manos, no con los pies. Pepe Alameda fue un genio y el que dijo que Joselito El Gallo fue el primero en torear en redondo y poder verlo en televisión. El primero que pudimos ver fue a Joselito. También se dice que Belmonte no toreó en redondo y sí toreó, tengo teorías que demuestran que toreó 9 muletazos seguidos. 

¿De dónde viene el apodo de Desperdicios? Hay dos versiones muy conocidas, pero ¿cuál es la cierta? 

Todos sabemos las dos versiones. Primero, en la escuela taurina de Fernando VII, ahí estaba Pedro Romero aunque Desperdicios no era alumno, él iba a la tapia y una vez que estaba dando un lance, Pedro Romero se interesó y dijo: “este chaval no tiene desperdicio”. 

La otra teoría es que cuando el toro Barrabás en 1857 en el Puerto de Santa María le mete el cuerno por debajo de la mandíbula derecha, le rompe el paladar y le saca el ojo derecho de la órbita y le quedó colgando pronuncia la frase “esto sólo son desperdicios”. En una de las cartas decía que era imposible seguir toreando y tampoco arrancárselo. En esa época no existía callejón, después de pegarle la cornada Barrabás se quedó parado en la puerta de la enfermería y Domínguez tuvo que esperar 7 minutos en el burladero para poder sacar el toro, que tuvieron que meterlo vivo al corral. Él no se arrancó el ojo, él no siguió toreando y menos dijo esa frase. Lo que sí pasó es que le metieron el ojo en la órbita y le operaron sin ninguna queja, se mantuvo despierto. Hubo un cura que dijo que había que hacer un testamento y él se negó rotundamente y recién operado dijo a la cuadrilla: “afilen las espadas porque mi obra no está terminada”. A los 53 días reapareció y siguió toreando sin ojo.

Por si no fuera suficiente, el libro está magníficamente ilustrado con obras de Diego Ramos hechas específicamente para el libro.

Es un lujo para mí poder contar con las ilustraciones de un artista como Diego Ramos. No pensé que se pudiera llevar a cabo en algún momento. Cuando se lo planteé, se leyó el libro y le tuvo que gustar algo para participar. Las ilustraciones de las mujeres son maravillosas y las de Desperdicios puedes ver el siglo XIX, tienen una calidad tremenda y las hizo después de leer el libro. Para mi ha sido un orgullo que no lo puedo ni describir. 

¿Estás valorando embarcar al Aventorero en una aventura más?

Me gustaría volver al siglo XX y hacer algo del inicio de la tauromaquia en Colombia. El Aventorero encaja en cualquier parte de la historia porque es un tipo atemporal, nunca dice su nombre. En el de Agujetas y Badila fue un matador de toros y en este segundo libro es una persona que acompaña a Desperdicios en un viaje. Describe un episodio de su vida, pero su vida siempre la intenta dejar en un segundo lado para darle importancia a los personajes que tiene al lado. 

 

Cuando nos quisimos dar cuenta la noche ya estaba cerrada y ya había pasado incluso la hora de cenar. Las horas se fueron volando hablando con Nicolás, un apasionado de la tauromaquia y la literatura taurina. Mientras estoy transcribiendo la charla, me escribe para decir que el próximo 20 de febrero se presentará la novela en el Casino de Agricultura de Valencia. Esta será la primera de muchas, después vendrá el turno de Madrid, Barcelona, Sevilla… De momento, ya se puede adquirir en librerías.