Que no nos cuenten milongas

Que no. Que ya está bien. Que no pretendan encima hacernos comulgar con ruedas de molino.
Sí, El Juli estuvo cumbre. Brutal. Sublime ayer en Bilbao. Matías… también. Ambos estuvieron en su línea, en la de siempre.

El primero, como un perraco sin dejarse ganar la partida por sus compañeros de terna. En, como lo que es, un auténtico figurón del toreo. El segundo, manteniendo su nivel de exigencia que, a la postre, es el nivel de exigencia de Bilbao.

Que no se les olvide: Bilbao es Bilbao y tiene la importancia que tiene y sus triunfos adquieren una mayor relevancia gracias a Matías. Su a veces exacerbada exigencia es la causante del alto nivel que ostenta el coso de Vista Alegre y de lo caro, carísimo, que se cotiza allí una Puerta Grande.
Que no. Que ya está bien. Que no vengan ahora contándonos milongas con aquello de que “un señor en contra de doce mil almas” o aquello de que'”se está yendo en contra de la Fiesta o de la Tauromaquia” para pretender remar a favor de sus intereses, los de las figuras.

Que no. Que ya está bien. En Bilbao tienen lo que tantan veces van mendigando: un aficionado en el palco y no un comisario de policía que se rige fríamente por un reglamento. Ayer eso tampoco les fue bien.
Las figuras, con unos honorarios desorbitados, que -por exigencias- escogen fechas, compañeros de cartel, ganadería y hasta el torito que ellos quieren lidiar, incluso como ayer, con un trapío muy por debajo del listón de Bilbao, también pretenden manipular a su antojo la Presidencia.

Que no. Que ya está bien. Si adquieren privilegios en los despachos como figuras que asuman también el nivel de exigencia en la plaza como tales.

Otro gallo cantaría si lo de ayer le hubiese sucedido a un Víctor Barrio, a un López Simón o a un Jiménez Fortes. Es decir, espadas en otra situación. Entonces sí estaríamos hablando de un robo a mano armada. Pero, ¿tratándose de El Juli? ¿En Bilbao? Eso son palabras mayores, y todo, en una plaza de primera como la de Bilbao, todo debiera ser casi perfecto. Ayer, la colocación de la estocada, si bien no figura en ningún reglamento como dicen por ahí, no lo fue.

Así que… al César lo que es del César y a El Juli lo que es de El Juli : una oreja.

Ah…, y que conste que era de dos.

Un comentario en “Que no nos cuenten milongas

  1. Totalment d’acord. Amb una estocada caiguda (tan se val que sigui al racó d’Ordóñez com al racó d’El Juli -una mica més endarrerit, però racó a la fi-) no es poden concedir dues orelles. Digui el que digui el mestre -per d’altres raons admirat- Emilio Muñoz; (dels seus companys de micròfon, els professionals d’això, ja no cal ni parlar. Tenen prou “raons” per demanar, no dues orelles, tres si fos possible, per a les generoses figures del toreig). Quant a que les actituds d’exigència com la demostrada pel president de la plaça de toros de Bilbao van en contra de la pervivència de la tauromàquia, com va dir algú amb el micro a la mà, és, simplement, una bajanada. Sempre he cregut que, precisament, la manca d’exigència (la generositat en regalar orelles) dels policies-presidents de la nostra Monumental va ser una de les causes (no essencial, indirecta, però certa) de la decadència i desaparició (temporal?) dels toros a Barcelona. Gràcies VaDeBraus per existir.

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