El deseado retorno de Galache

Francisco Galache, uno de los símbolos del campo charro, y uno de los últimos paraísos para el encaste “Vega-Villar” resurgió la pasada temporada, en Salamanca, con un extraordinario toro: ‘Chillón’ revalidando el prestigioso premio TORO DE ORO, que concede la Junta de Castilla y León, y que Galache se ha llevado a las vitrinas de su finca por tercera vez. Lidiado en La Glorieta por Domingo López Chaves, el viernes 16 de septiembre, fue premiado con una clamorosa vuelta al ruedo. ‘Chillón‘, nacido en marzo de 2017, fue un dechado de bravura y destacó en el conjunto de una corrida muy bien presentada, de variadas pintas y de muy buen juego.

En la finca de Hernandinos, sita en el término municipal de Villavieja de Yeltes, donde se contempla a un toro muy particular, tanto por su morfología como por su comportamiento, están muy agradecidos a un gran torero como Morante de la Puebla, por haber apostado torear sus toros. El mismo Paco Galache en una reciente entrevista en el programa Espacio Toro de RTVE declaró : «nuestro halo de luz ha sido Morante de la Puebla. Sin él, seguramente la ganadería ya no existiría. Ha sido una bocanada de aire fresco para todo el mundo: para los aficionados, los profesionales y, por supuesto, para nosotros».

Los «Guirlaches», como les denominaba la crítica de la época por su dulzura en la embestida, fueron la predilección de figuras del toreo como Ortega, Manolete, Aparicio, Camino, El Viti o Curro Romero y se lidiaron en las mejores plazas de nuestro solar patrio. No olvidamos, aún, como historia reciente de la Monumental catalana, la bravura de los toros ‘Barqueto’ y ‘Pajarero’ que resultaron ser los mejores de la temporada en Barcelona en los años 1980 y 1983, respectivamente.

Sin embargo, la transformación vivida por la tauromaquia durante la época de los ochenta, condenó a estos emblemáticos toros al ostracismo y quedaron relegados de los carteles postineros, sumiéndose en un letargo demasido largo. Morante, la única figura del toreo que se ha abierto a torear distintos encastes, ha puesto nuevamente en valor a esta añeja divisa salmantina y a propiciar, sobre el papel, el retorno a las grandes ferias taurinas. Un retorno que, injustamente, no se percibe en el adelanto de la programación de las ferias de Valencia, Sevilla, Madrid y Pamplona. La inclusión en los carteles de los mismos hierros de siempre, temporada tras temporada, restan originalidad y atractivo a las ferias. Los «patas blancas» de Galache merecen, sin ninguna duda, figurar en la cartelería de la próxima temporada. Su magnífica estampa zootécnica y su constrastada bravura constituyen un gran aliciente para los aficionados que empezamos a estar un poco hartos, ya, de tanta monotonía y repetición. Confiemos en que Morante, con su gran sensibilidad y veneración a la Fiesta, siga apostando por este emblemático y mítico hierro de la charrería.