Con una ovación cerrada -espontánea, pasional y sincera- recibió la afición catalana a Finito de Córdoba. Los más de 120 aficionados que abarrotaban el teatro se iban levantando mientras el torero iba bajando las escaleras hasta llegar al escenario. Los gritos de torero, torero destacaban entre los largos aplausos, que llegaron a emocionar al torero.
Volvía uno de los nuestros. Daba igual si era de Sabadell o de Córdoba. Por su concepto era -y es- torero de Barcelona. Sus tantas tardes de gloria en la Monumental le abalan. Finito se mostró sincero durante todo el coloquio y desde el primer momento quiso agradecer a la afición catalana por respetarle y nunca echarle en cara el haber paseado el nombre de Córdoba y no el de “esta bendita tierra” como es Catalunya.
En el último coloquio organizado por la Unión de Taurinos y Aficionados de Catalunya (UTYAC), moderado por nuestro compañero Alberto Bravo, tanto el matador como el periodista Alfonso Santiago, director adjunto de la revista 6 Toros 6, recordaron como fue esa maravillosa década de los 80, en la que ambos se aficionaron. Los dos destacaron la personalidad de aquellos toreros, figuras o no. Todos se diferenciaban entre ellos. En el ruedo y en la calle se sabía que eran toreros. El matador explicó que “cuando veías a Manzanares fumar, te entraban ganas de hacerlo. Y eso que yo no fumo”. De los toreros actuales, comentó Finito que hacen cosas impensables a los toros, “me impresionan, pero no me pellizcan”. Los 12 toreros que aparecen en la portada del libro Memoria de los 80, de Alfonso Santiago, tuvieron que soportar broncas descomunales. Quizá todos menos Espartaco. Lamentaron periodista y torero que hayan desaparecido: “Las broncas toreras son bonitas”, sentenció el Fino.
Respecto al tendido 7 de Las Ventas, Santiago afirmó que era más duro que ahora. A modo de anécdota explicó que los del 7 sacaban un serrucho cuando toreaba Espartaco para denunciar el afeitado y se giraban a leer el periódico cuando toreaba Manzanares, por ejemplo. Finito, que ha tenido varios enganchones con ese sector de la plaza, comentó que nadie se ha encargado de contratar a 20 personas para hacerles frente. Explicó Finito una anécdota relacionada con el torero mexicano Manolo Martínez, que repartía varios hombres por el tendido y enseñando sus armas avisaban a los que protestaban para “dejar la Fiesta en paz”.
Siguió el diestro hablando de forma sincera y sin pelos en la lengua. Ya lo había avisado al sentarse en la butaca: “Hay que tirar de la manta y hablar claro”. Preguntado por Bravo, opinó sobre varios temas polémicos. El torero criticó la hipocresía que hay en torno al afeitado y lanzó una pregunta directa: ¿Cuántas veces se afeita a favor del torero (quitar punta) y cuántas a favor del ganadero (sacar punta)? El diestro añadió que se tendría que enseñar el toro en la dehesa para ver el desgaste que sufren los pitones en 4 años y para entender que las “puntas inhumanas” con las que se lidian los toros no son reales. El torero se mostró contrariado por el hecho de que en pleno siglo XXI los trajes de los toreros todavía no estén hechos con materiales que ofrezcan mayor protección. “Yo no llevo a mis hijos a que vean un compañero con el muslo partido o a ver como muere un toro”, adjuntó el matador. Arrancado ya, expresó su disconformidad con la actitud de sus compañeros cuando les pegan cornadas: “Yo nunca me pondré un torniquete. Estamos haciendo un daño enorme. Luego si no reapareces a los pocos días con los puntos todavía abiertos parece que tengas menos valor”.
Por último, Finito de Córdoba recordó su infancia, hasta los 16 años, en Catalunya. Sus vivencias en la Monumental y sus primeras novilladas. De niño participó en tres ediciones en Isla Fantasía, quedando octavo, segundo y primero. Habló de Zafiro, toro de Torrealta que indultó en Barcelona: “no lo cuajé y para mi no era de indulto” pero aseguró que cuando lo pide una plaza entera es porque ha ocurrido algo maravilloso.
De esta forma concluyó el Ciclo de Conferencias de UTYAC, por el que pasaron también el matador Javier Castaño y Carlos Grasa y el ganadero Joaquín Moreno de Silva y un servidor.