Somos buenas personas, indultamos toros

El Juli puso cara la Feria de Abril de Sevilla cortando cuatro orejas, dos de ellas simbólicas tras indultar a Orgullito, un importante toro de Garcigrande.

El madrileño lo cuajó con capote y muleta y, dentro de su estilo, estuvo como muy pocas veces le vemos. Sevilla enloqueció con El Juli y con Orgullito. Toro y torero protagonizaron una faena larga de conjunción casi perfecta.

Seguramente, muchos aficionados que ayer se sentaron en los tendidos de la Maestranza pidieron el indulto para devolver al campo ese gran toro como recompensa a su entrega y calidad. El indulto entendido como premio al toro y a su criador y también como acto más puro de selección y mejora de la ganadería brava. Pero otros muchos, y con el riesgo de equivocarme, lo pedirían para lanzar un mensaje directo a la sociedad: somos buenas personas, indultamos toros.

Esta corriente de pensamiento parece extenderse para minimizar el áspero ambiente a la contra que sufre la tauromaquia. Es cierto que tiene impacto en los telediarios y periódicos y que sorprende a aquellos alejados del mundo taurino. Sin embargo, entramos en el riesgo de banalizar uno de los puntos más álgidos de una corrida de toros, aprovechando además para limpiar nuestra mala conciencia.

Lo que lleva implícito este mensaje buenista es que del mismo modo que pretendemos gritar al mundo que somos buenos y sensibles por indultar un toro, somos malas personas y crueles por matar a los otros cinco. Pues oye, ni lo uno ni lo otro. Indultando toros porque sí no llegaremos a buen puerto. Y no entro en si Orgullito se lo mereció o no. Ni a los antitaurinos les vamos a convencer de nada ni tampoco debemos perder un mínimo de esfuerzo para hacerlo. Entendiéndose este esfuerzo como la modificación de la liturgia del rito taurino.

En los toros hay sangre, se mata y se muere. Tan explícito y tan duro como esto y precisamente la sensibilidad que nos niegan se demuestra en emocionarse hasta erizarse la piel en un contexto aparentemente tan adverso para ello. La magia sin truco ni cartón del toreo es la única capaz de explicarlo. Para mantener esta magia no hay que retroceder ni conceder ni lo más mínimo al que no pretende vivirla nunca. El arte entre sangre y muerte es más puro todavía.

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