Tuser y Ballestar: los dos grandes cartelistas catalanes

En nuestra Fotocrónica Taurina Catalana semanal queremos recordar la figura de dos grandes cartelistas de toros catalanes: José María Tuser y Vicente Ballestar

El cartel de toros juega un papel muy importante ya que, aparte de anunciar los festejos taurinos, tiene un componente estético que lo convierte en una obra de arte.

Anteriomente a la aparición de los carteles y programas de toros, se anunciaban los festejos verbalmente en las plazas públicas en donde se tenían que realizar las funciones denominadas corridas de “toros de muerte”, por un pregonero, que comunicaba al pueblo los diestros que intervendrían, y las reglas o preceptos a observar. Este pregón, además de la iniciación al cartel, lo fue también del reglamento que más tarde se constituyó. A ciencia cierta, no se sabe cual fue el primero de dichos programas que vio la luz en nuestra península, pero los escritores taurinos guiándose por el tratado “Anales de la Plaza de Toros de Sevilla”, del marqués de Tablantes, suponen que se remonta al año 1761, cuando en la Real Maestranza de Sevilla se celebraron dos corridas, los días 4 y 6 de mayo del citado año. Primitivamente iban encabezados así: “Lista de dueños de Toros, divisas, picadores y toreros que han de salir…”, al epílogo se referían a los diestros con piadosas advertencias, tales como: “Dios los saque en paz, y todo quede en honesta diversión sin la menor desgracia”, o bien: “…serán las fiestas plausibles, sin la menor desgracia, mediante la voluntad divina”. Don Miguel Ortiz Cañavate fue en los años sesenta y setenta uno de los coleccionistas más prestigiosos dentro de esta especialidad de carteles taurinos. Al referirse a la plaza de Madrid, afirma no haber visto ninguno con fecha anterior a 1765, también de aquel tiempo existen carteles de Cádiz y de Puerto de Santa María, entre otras plazas. El tamaño de estos añejos carteles de la Villa y Corte eran de mayor tamaño que los sevillanos e iban encabezados con la disposición dada por el rey o la reina para la celebración de la corrida. Si anteriormente decíamos que las advertencias y prohibiciones autoritales dadas en las plazas públicas por medio de pregón, que servían asimismo de anuncio del festejo que debía realizarse, fue el preludio a la confección del reglamento taurino, podemos ahora afirmar que el primer antecedente, o conato de dicho reglamento, lo constituyeron estos primitivos carteles aludidos.


A finales del siglo dieciocho, además de las orlas enmarcadoras ya existentes, se estampaban en ellos viñetas o dibujos con temas de la lidia, que con su fantasía y riqueza expresiva, habrían de influir artísticamente en la confección de los venideros carteles. Al establecerse en España la Constitución y a partir de 1837, los textos se encabezaban simplemente con la fórmula que aun en nuestros días se observa, “Plaza de Toros de…”. Luego, al llegar a la historia del arte este sensible fenómeno denominado romanticismo, los carteles denotan el cambio en sus adornos, se empiezan a colorearse a mano los de exposición más preferente, y a partir de 1846, se introducen temas de flores y lazos, mezclados en rutilante amalgama colorista. El programa taurino alcanza una suprema riqueza de estilo en las fiestas reales y demás extraordinarias, con tiradas de ejemplares en seda o raso, y preciosas viñetas de las suertes de la lidia inspiradas en grabados famosos, como son por ejemplo los de las exquisitas series del afamado grabador Ferrán. Igualmente de aquellas fechas, son los carteles madrileños que por vez primera se adornan con figuras de majos y manolas, vistas de los cosos taurinos y cabezas de toros, tema éste que en su decoración repetían incansablemente. Unos años más tarde —de 1876 están fechados los que con más anterioridad se conocen— se representan en los carteles, el busto de los diestros que tenían que intervenir en el festejo, o bien de famosos espadas de aquellos días, los dibujos van acompañados de variados adornos, todos ellos, de acusado sello barroco. Con la aparición del fotograbado a las artes tipográficas en las postrera decena del siglo XIX, se incluyen retratos de toreros, por ejemplo en una corrida anunciada en Málaga en el año 1892, se pueden distinguir a los diestros actuantes Mazzantini y Reverte. Se considera que la primera casa que grabó con este importantísimo progreso técnica, fue la de Portabella, de Zaragoza, a la que siguieron José Ortega, de Valencia y las madrileñas de don Julián Palacios, editora de la prestigiosa revista de toros “La Lidia”, y la de don Regino Velasco.

A principios de temporada del 1894 se celebra en Barcelona una corrida con la intervención del diestro “Espartero”, diestro que como recordarán los buenos aficionados, fue muerto por el toro “Perdigón“, de Miura, en la Plaza de Madrid pocos días después, concretamente el 27 de mayo de aquel mismo año. El cartel de esta corrida, que como ya hemos dicho tuvo su escenario en la Ciudad Condal, se considera que fue el primero en el cual apareció una reproducción de una pintura al óleo, especialidad que luego se propagó a todas las plazas. Pintores de temas taurinos que han firmado carteles, ganando por ello justa fama, han sido de los antiguos: Marcelino de Unceta, Daniel Parea, Porset, Bermejo y Alcáraz, entre otros. Muchos carteles de la Plaza de Málaga, fueron pintados por M. Campos; los de Barcelona por G. Dalmau y los de Valencia por G. Perea y E. Pastor. De los artistas más modernos recordamos a J. Reus, Ruano Llopis, Roberto Domingo, Cros Estrems, Ballestar Saavedra…también pintores de alto prestigio como Sorolla o Benlliure, han realizado los carteles de funciones reales o de beneficencia.

El cartel taurino es una de las especialidades de más interés para anticuarios y coleccionistas, por su antigüedad y por sus motivos efeméricos referentes al festejo anunciado, tales como fiestas reales, alternativas de novilleros famosos, inauguración de una Plaza de Toros, cogida o acaso muerte de uno de los espadas actuantes, etc que le confieren al cartel un alto valor histórico y documental.

Con la llegada del turismo a la Costa Brava, en la década de los sesenta y setenta, hay una gran demanda de carteles, postales e ilustraciones taurinas en Barcelona. El pintor y gran aficionado taurino barcelonés José María Tuser se dedicó, desde 1947, a pintar los primeros carteles en su faceta de publicitario. Desde este año, el tema taurino marcará su obra y realizará gran cantidad de ilustraciones, carteles, postales, láminas. Durante muchos años realizó las coloristas y vistosas portadas del semanario “El Ruedo”. Si bien la mayor parte de su trabajo le llegaba por el encargo de las editoriales, algunas veces eran los propios toreros que le encargaban trabajos. Así el rejoneador Álvaro Domecq le encargó un cartel taurino y el maestro Joaquín Bernadó una colección de postales.

Junto con la figura de Tuser, no podemos olvidar al otro gran cartelista catalán: Vicente Ballestar. Sus extraordinarios óleos taurinos figuran en la totalidad de los carteles que desde mediados los cincuenta anunciaran los festejos de la Monumental de Barcelona y las plazas de Girona, Figueres, Sant Feliu de Guíxols, Lloret de Mar, Tarragona, Vinaroz, Ciudadela, Palma de Mallorca, Nimes, Linares, y muchos otros puntos de la península. De la mano de Laminograf, el arte taurino de Ballestar tendrá una gran expansión a través de carteles, postales, folletos, calendarios…

 

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