La semana pasada se cumplieron 67 años de la muerte de Mariano Alarcón en la Monumental de Barcelona. Ese 5 de octubre de 1952 Alarcón actuaba como banderillero de Luis Briones cuando sucedió la tragedia. El sexto toro de la tarde, Negroso, de Félix Moreno Ardanuy, le cogió contra la barrera cuando intentaba refugiarse en el burladero. La cornada fue mortal y a los pocos minutos Alarcón dejaba a una esposa viuda con un niño pequeño.
Ese niño fue creciendo hasta convertirse en un gran aficionado y periodista. José María Alarcón es el director del programa Tendido Cinco de Radio Sant Boi, presidente de la Asociación de Críticos e informadores Taurinos de Cataluña y responsable de comunicación de la Escuela Escuela de tauromaquia Nimes/Cataluña.
Hace años José María le escribió una emotiva carta a su padre que hemos rescatado con su permiso para compartirla con todos los aficionados. La carta fue publicada en la revista Caireles del 2000.
Papá que estás en los cielos
Me lo dijo una vez Miguel Marcos, “sólo le faltó hacer así”. Y dibujó en el aire un pase dando salida al toro por el lado derecho, a la izquierda quedaba el burladero al que nunca llegaste. ¿O tal vez sí? ¿No fui yo quien escribió que los toros pueden matar hombres, pero no matan a los toreros, que los toreros se quedan –os quedáis- ahí, dando la vuelta al ruedo? Hablaba de “Manolete” pero como comprenderás pensaba también en ti.
Habrá quien piense que digo esto porque tengo una cierta necesidad de creérmelo, pero tú y yo y la gente del toro sabemos que no es así, que ese rito, siempre igual y siempre distinto, hace que el tiempo se detenga en un eterno presente en el que nos reunimos todos, los que estamos y los parece que ya no estáis pero que en realidad seguís ahí. ¿Cincuenta años? No, que va, eso es fuera, en la plaza siempre es hoy, una tarde entre el sol y la sombra con el reloj a punto de dar las cinco.
¿Cómo no voy a creerlo si en los patios de cuadrillas veo a hombres como tú? Les deseo suerte y me dan las gracias con la media sonrisa de la hora tensa, la de liarse el capote y tragarse el miedo. Después les veo irse hacia una mole de quinientos kilos de músculo con dos puñales sobre la testuz–algún día tienes que explicarme de dónde se saca el valor para hacerlo- y después volver resoplando, pasó el trago, uno más, hasta el próximo.
Además, nadie se muere de verdad hasta que se le olvida y a ti no se te olvidará nunca porque estás en el cartel de la historia, vestido de rosa y plata, con la esclavina del capote sobre el hombro derecho, tal como te veo ahora en el retrato que preside mi despacho.
Me hice hombre sintiendo tu presencia en el recuerdo de tus amigos, como ya están casi todos contigo ahí arriba, dales un abrazo de mi parte, ellos me enseñaron una serie de cosas que no pudiste enseñarme tú y que se resumen en eso que llamamos hombría de bien. Pero lo acabé de comprender una noche en la redacción de EL NOTICIERO UNIVERSAL, cuando llegó la noticia de la muerte de “Cagancho”. El teletipo recordaba que “en una de sus últimas actuaciones en Barcelona se produjo la mortal cogida del banderillero Mariano Alarcón…”
Fue duro crecer sin ti, pero como me dijo una vez un tocayo tuyo, Mariano Aguirre, “¿Qué es mejor, morir como tu padre o en un hospital con tubos metidos por todas partes?” Por eso pienso que si no llegaste al burladero que tenías a tu izquierda, sí pudiste refugiarte en otro que te protegía para siempre de los hospitales y de los tubos, de la vejez y de los achaques, quien sabe si del cáncer o del Alzheimer.
¿Qué Negroso te dejó en el sitio? Sí, en el que tú querías estar, en ese en el que ahora te veo, vestido de rosa y plata, con la media sonrisa del momento tenso, cuando están a punto de dar las cinco de la tarde, una tarde de toros eterna.