Salvador Vilallonga: el torero rebelde

A mediados de los años setenta, la afición gerundense ponía todas sus esperanzas en la figura de un joven de Girona, Salvador Vilallonga que, con una afición desmedida, iniciaba sus pinitos como torero. De familia acomodada, le vino la afición a raíz de una estancia en tierras andaluzas durante la Romería del Rocío. Ahí vivió de manera singular el ambiente del mundo del toro y, al socaire de estas vivencias, decidió iniciarse en el difícil arte de Cúchares. Con la voluntad familiar que se interponía a su afición, surge la rebeldía de Salvador que inicia decididamente su andadura por las plazas de Girona y Figueres. Se puso por primera vez delante de un novillo en el año 1974 en un festival celebrado en la plaza de toros de Girona y actuando en la cuadrilla de “El Indio”. La participación en esta función acrecentó aún más su afición. Los toros habían dejado ya una huella en su espíritu. En el festival del 1 de noviembre de 1976, también en la plaza capitalina, salió únicamente con una cuadrilla de señoritas toreras para dar un toque de distinción a su actuación.

El 25 de septiembre de 1977 actúa en un festival taurino en la vetusta plaza de Figueres actuando con José Salazar, Cipriano López “El Espontáneo”, Julián Calderón “El Jato”, Roberto Espinosa y Miguel Ángel. Esa tarde, destacó en la ejecución de un vistoso quite por chicuelinas abrochado con una media verónica de bella factura. El 23 de octubre del mismo año y en el mismo ruedo, sale a hombros tras cortar los máximos trofeos a un bravo novillo de la ganadería de María Sánchez de Terrones. La faena tuvo enjundia, temple y mando. Recibió al burel con un farol postrado de hinojos y chicuelinas. Con la tela escarlata toreó a flor de pitones, con sabrosos adobos por manoletinas. Recetó un soberbio estoconazo y cuajó, de esta guisa, una de sus mejores faenas.

El 2 de agosto de 1983 ,en la plaza de Girona, participa en la novillada sin picadores organizada por la Federación de Entidades Taurinas de Catalunya. Su actuación causa una excelente impresión y consigue dar la vuelta al aro después de hilvanar una faena temperamental, con pases por alto, molinetes y redondos a un jugoso eral de Antonio Muñoz Flores. Le acompañaron esa tarde el rejoneador vallesano Quirze Elías y los coletas Antonio Calavia “Maravillas”, Juan Moreno, David Valenzuela y Manolo Porcel. Recuerdo su disgusto por la mañana, en el sorteo, tras corresponderle en suerte el novillo más pequeño del encierro. Temía Salvador que el público interpretara maliciosamente que la res con menor entidad tocara al torero local.

Vilallonga fue durante muchas temporadas el sobresaliente habitual de los interesantes ciclos de novilladas sin picar que se celebraban en el “torín gironí “. En ellas dejaba plena constancia de su torería en pintureros quites y ponía de manifiesto su ilusión e ímpetu por la Fiesta.

Salvador demostró muchas tardes sus cualidades y aptitudes toreras. Las circunstancias, empero, le privaron de que pudiera convertir su esperanza en realidad y su carrera novilleril no encontró la continuidad y las oportunidades necesarias para afianzarse y conseguir un sitio de más relieve en la larga historia de los toreros catalanes.

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